Plautilla Bricci, como tantas otras mujeres que despuntaron en el mundo del arte, lo hizo gracias a que nació en el seno de una familia de artistas. Era el 13 de agosto de 1616, en la espléndida Roma del Barroco. Su padre, Giovanni Bricci, pintor y músico, enseñó los entresijos de la pintura tanto a ella como a su hermano.
Ambos, apasionados del arte, no solo desarrollaron su talento con los lienzos sino que, de algún modo, se introdujeron en el complicado mundo de la arquitectura.
La obra pictórica que se conserva de Plautilla Bricci es principalmente de carácter religioso. Hacia 1640 pintó una de sus primeras obras conocidas, una Virgen del Carmelo que en la actualidad se encuentra en la basílica romana de Santa María en Montesanto.
Detrás del cuadro dejó escrito un extraño texto en el que aseguraba que el cuadro, realizado por una inexperta joven soltera, lo había terminado gracias a la ayuda de la Virgen. La tradición atribuyó al cuadro curaciones milagrosas y protección especial al templo. Esta y otras pinturas devocionales empezaron a darle fama a Plautillla. Fama que llegó a personalidades como Elpidio Benedetti, un abad apasionado del arte con cierto poder en Roma como agente del cardenal francés Mazarino.
Fue el abad Benedetti quien le encargó en 1663 la construcción de la conocida como Villa Benedetti. Por desgracia fue destruida en la turbulenta Francia de las revoluciones durante el siglo XIX, pero se conservan varios calcos y dibujos del edificio, así como los contratos de la construcción en los que firmó con un nombre inexistente hasta entonces, “archittetricce”.
A pesar de las pruebas, en 1677 el propio abad publicó un documento de la Villa en el que aseguraba que Plautilla se había dedicado principalmente a las obras decorativas mientras que había sido su hermano Basilio Bricci el responsable de la parte arquitectónica. Algo que el tiempo se ha encargado de corregir. Plautilla fue la maestra arquitecta, además de realizar algunas de las más bellas decoraciones de su interior.
Tan satisfecho debió quedar el abad Benedetti, a pesar de no reconocérselo públicamente, con el diseño de su “Buque”, nombre con el que se conoció popularmente en su tiempo el edificio por su extraña forma que recordaba un barco, que encargó a Plautilla una obra de mayor calado si cabe. Se trataba de la construcción de la Capilla de San Luis de la Iglesia de San Luis de los Franceses. Además de dirigir la creación de la hermosa capilla, Plautilla pintó la imponente Asunción de la Virgen de su altar y una pintura del retablo en la que se representa al rey francés San Luis.
Plautilla Bricci fue, en su tiempo, una gran artista a la que se la llegó a comparar con genios de la talla de Bernini. Durante años debió vivir de su arte y se incorporó al círculo más exclusivo de artistas cuando fue admitida en la Academia de Bellas Artes de San Lucas, prestigiosa institución en la que, durante años, las mujeres no fueron precisamente recibidas con los brazos abiertos.
A pesar de la fama de la que debió disfrutar en su tiempo, la búsqueda de datos personales acerca de esta mujer, considerada la primera arquitecta de la historia, puede resultar frustrante.
Se desconoce la fecha de su fallecimiento y dónde vivió los últimos años de su vida, algunos afirman que lo hizo retirada en una casa en Trastevere, otros que lo hizo en un convento. De ella nos queda su genio pictórico y arquitectónico y el cada vez más grande interés por su vida y su obra.