Se acerca la fiesta más importante del año litúrgico en la que los cristianos recordamos y revivimos el hecho central que nutre nuestra fe: Jesucristo, Dios hecho hombre, murió en la cruz por nosotros y resucitó al tercer día venciendo a la muerte.
La cruz, como bien sabemos, cumple por tanto un rol primordial en la historia de la salvación. No celebramos la muerte, claro está, pero en el sacrificio de Nuestro Señor se manifiesta hasta qué punto nos ama. Nos permite también echar luz sobre nuestra vida cotidiana, sobre nuestras cruces actuales y nos ayuda a adentrarnos en el misterio del mal y en la fuerza del amor como único medio posible para poder hacerle frente y dotarlo de sentido.
Recordemos al respecto las palabras de San Juan Pablo II en su encíclica “Salvifici doloris”: “Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no solo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Noticia, sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual está integrado de una manera orgánica e indisoluble con las enseñanzas de la Buena Noticia. Esta es la palabra última y como una síntesis de esta enseñanza: el misterio de la cruz, como dirá un día san Pablo” (18).
“Y aunque la victoria sobre el pecado y sobre la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y su resurrección, no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana ni libra del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin embargo, sobre toda esa dimensión y sobre cada sufrimiento, esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación.” (15)
En consonancia con lo dicho, compartimos el último sencillo de la cantante y catequista puertorriqueña Migdalia Carrero: “Fue por amor”. Se trata de una breve -pero no por ello menos profunda- reflexión en tono personal sobre el motivo por el que Dios mismo ha decidido aceptar su doloroso destino y los efectos de este sacrificio en cada uno de nosotros. Cristo muere en la cruz para que nosotros tengamos vida.
“Es por la cruz que hoy tengo vida, es por su amor que mi alma respira. Su sangre derramó para darme su perdón, sanó mis heridas, vida nueva me dio…” enuncia la primera estrofa de la canción, para luego dar lugar al estribillo: “Cordero inmolado, llevaste mis pecados. Tu herida del costado, amor manifestado… Fue por Amor… eterno Amor.”
Difundiendo su obra en las redes, escribía la cantante: “Solo le pido a Dios que cuando escuches esta canción puedas sentir su perdón y su amor manifestado en la cruz.”
La autoría de la canción pertenece a Ángel Blas, el esposo de Migdalia, como suele suceder en el repertorio de la cantante. La producción, por su parte, estuvo a cargo de Luiggy Santiago, quien es también el tecladista y corista de la canción. Como instrumentistas colaboraron Alex de la Cruz, Cristian Borneo y Liana Polanco en una formación habitual para la música popular contemporánea: voz, batería, bajo, guitarra y teclados.
La canción tiene una estructura sencilla y efectiva, lo cual le permite llegar con facilidad al alma del oyente. La destacada voz de Carrero nos ayuda a adentrarnos en la reflexión del gran misterio pascual. Auguramos un fecundo porvenir para la cantante en el ámbito de la música católica a partir de este sencillo que implica un salto hacia adelante en calidad.