¿Debemos preocuparnos por la muerte,llenarnos de ansiedad? No, porque no sabemos el día ni la hora, y sería inútil gastar nuestras vidas en preocupaciones vanas.
Pero sí debemos estar siempre preparados, vivir cada día como si fuese el último, lograr que cada minuto valga haciendo lo que Jesús nos pide: amar, perdonar, ser misericordioso, cumplir los 10 mandamientos.
La meta está en el cielo
De niño cantábamos esta bella canción. ¿La conoces? Mientras te escribo la canto en mi mente. Ilusionado de saberme hijo amado de Dios:
Nos hallamos aquí en este mundo,
este mundo que tu amor nos dio;
mas la meta no está en esta tierra:
es un cielo que está más allá.
Somos los peregrinos,
que vamos hacia el cielo,
la fe nos ilumina
nuestro destino no se halla aquí.
Los creyentes sabemos que tenemos una patria en el cielo. En la Biblia en Juan 14, hay unas palabras maravillosas de Jesús que nos dan esperanza y alegría:
No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones;
si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino.
Somos ciudadanos del cielo
Si deseas saber por qué me siento tranquilo y esperanzado, cuál es el motivo de nuestra serenidad, reza el credo. Allí está tu respuesta.
Al final encontrarás estas palabras: “Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable”.
Vamos a encontrarnos con Dios
Recuerdo hace algunos años que solía ir al medio día a una capilla cercana a mi trabajo para visitar a Jesús en el Sagrario.
Me encantaba pasar la hora del almuerzo en aquella capilla que invitaba a la oración.
Era feliz allí. La llamaba “mi antesala del cielo“. A veces me topaba con las monjitas que administraban el lugar. Rezaban oraciones a Dios que terminaban así, recuerdo la frase: “Concédenos una buena y santa muerte”.
Me llamaba la atención esa insistencia en pedir una muerte santa. Yo estaba joven y en lo que menos pensaba era en morir.
Con el paso del tiempo me di cuenta de que la vida es fugaz y que todos vamos camino al encuentro con Dios. Por tanto conviene prepararnos, no ir con las manos vacías.
Estar preparados
Nos recomiendan vivir a plenitud, haciendo el bien, con la mirada en el cielo. Te lo cuento porque hoy he pasado parte de la mañana en el entierro de un familiar cercano. Tuvo esa santa y pacífica muerte.
Toda la misa he reflexionado en lo fugaz y frágil que es la vida y cómo nos aferramos a lo temporal, el dinero, poder, lujos.
Las Escrituras nos advierten: “Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas” (Lucas 12, 35).
Cuánto afán tenemos por poseer riquezas, mansiones, autos de lujo,… Y al final solo te llevas el amor que pusiste en tus buenas obras.
Los entendidos de estos temas nos dicen que al estar en la presencia de Dios durante tu juicio personal te harán una pregunta fundamental: ¿Amaste?
Dos historias para reflexionar
En mi país corrió la historia de un empresario millonario y padre de familia que era avaro y ahorraba hasta el último centavo que ganaba. Nunca supe si el relato fue real, pero igual te la comparto:
Un hombre al morir dio instrucciones a sus abogados de que lo enterraran con todo su dinero. Estos le informaron a sus hijos de la última voluntad de su padre y que por tanto no recibirían un centavo en herencia. El hijo menor que era muy astuto respondió a los abogados:
—Es verdad, hay que conceder a nuestro padre su última voluntad. Y si enterrarlo con tres millones de dólares es su última voluntad, lo resolveremos rápido. Tomó su chequera, extrajo un cheque en blanco, escribió en él la fecha, el nombre completo de su padre, la suma de tres millones de dólares y lo depositó dignamente dentro de la camisa que llevaba su padre.
Los abogados lo miraron asombrados.
—Listo. Se va a ir con su dinero.
Resuelto este escollo, entre todos se repartieron el dinero.
Codicia, dinero, orgullo, cosas que de nada nos sirven para nuestra eternidad. Hay que estar preparados para vivir y también para morir. La Biblia tiene muchos pasajes sobre este tema. ¿Los has meditado alguna vez?
Listo y con ilusión
Siempre recuerdo un tío de mi esposa que enfermó de una leucemia fulminante. Enfrentó con dignidad cristiana su enfermedad, preparó todo con anticipación para que ni su esposa ni sus hijos pasaran dificultades al momento de su partida.
Una noche nos informaron que había empeorado y fuimos a visitarlo en su casa. En un momento nos quedamos solos y le pregunté:
—¿Está listo para marcharse?
Entendió lo que quise preguntar y respondió con entusiasmo.
—Más que eso Claudio, tengo mis maletas listas para cuando Dios me llame. Estoy bien preparado.
—¿Y qué va a hacer cuando esté allá?
—La verdad es que estaré muy ocupado descubriendo las maravillas de Dios, rezando y pidiendo al Padre por todos ustedes.
Cómo salvar tu alma en el último momento
¿Y cómo está tu alma, amable lector? ¿Siempre preparada?
Me gustaría compartirte un video en el que te explico cómo puedes salvar tu alma en el último minuto de tu vida si no consigues un sacerdote para confesarte y hacer las paces con Dios.