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3 claves para rezar al Padre

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Dios Padre

Luisa Restrepo - publicado el 22/11/22

Dios es nuestro Padre y quiere que nosotros nos reconozcamos como sus hijos. Hoy te traemos algunas claves para mejorar nuestra relación con Él

La relación con el padre puede ser compleja. Él viene a romper ese vínculo profundo que tenemos desde antes de nacer con nuestra madre y casi siempre nos pone ante la dura realidad del límite, la norma y la obediencia.

Cuando escuchamos en la predicación o leemos en la Biblia que Dios se revela como Padre, surge toda esta complejidad que está necesariamente involucrada con nuestra vida espiritual, porque a la vez que sabemos que Dios es un Padre bueno, también sabemos que es un Padre justo.

1Dios es Padre siempre

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Nuestro Padre siempre estará ligado a nuestra vida

Jesús sabe bien que la experiencia del padre es ambigua, conoce bien la maldad de muchos padres. Sin embargo, siempre hay algo bueno que se puede salvar: ni siquiera el amigo, nos dice Jesús, puede expresar esa benevolencia que permanece en lo más profundo del corazón de un padre.

Niña sorprendida alegre
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Por mucho que encontremos en un amigo lo que buscamos, solo el rostro de un padre bueno revela más propiamente el corazón de Dios. El amigo puede defraudar, el padre bueno no. El amigo puede cerrar la puerta, el padre bueno no. El amigo puede escucharte tal vez por cansancio, el padre bueno nunca le dará a su hijo una serpiente o un escorpión. El amigo es libre con respecto al amigo, el padre bueno está ligado por un vínculo que no puede romper.

Independientemente de cuál haya sido o sea nuestra experiencia con nuestro padre, la buena noticia de Jesús es que para ti siempre habrá un Padre bueno dispuesto a escuchar tu clamor.

2¿Qué tipo de hijos somos?

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Escuchar al Padre

Nos dice Jesús en la parábola (Mt 21, 28-31):

Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero para decirle: «Hijo, hoy tienes que ir a trabajar en la viña». Y él le respondió: «No quiero». Pero después se arrepintió y fue. Luego el padre se acercó al segundo y le mandó lo mismo. Este respondió: «Ya voy, señor», pero no fue. Ahora bien, ¿cuál de los dos hizo lo que quería el padre?» Ellos contestaron: «El primero».

Jesús utiliza la metáfora de la relación padre-hijo para describir las diferentes modalidades de la relación entre Dios y nosotros.

Los dos extremos identificados por Jesús son la protesta y la complacencia. La protesta es la del hijo que dice que no, pero luego se pone a trabajar haciendo la voluntad de su padre. La complacencia es la del hijo que dice que va, pero no lo hace.

A veces los hijos somos rebeldes, esa es una forma de hacernos notar, de llamar la atención. Nos resistimos un poco a lo que nos piden nuestros padres, pero luego, prevalece el cariño, la conciencia y quizás hasta el dolor del mal hecho con esa negativa. Los hijos que a veces protestan, son los hijos que se dan cuenta de que se han equivocado y vuelven sobre sus pasos.

En la vida espiritual, esta es la situación que se da cuando comprendemos que pecamos y que necesitamos reconciliamos con Dios.

La otra actitud descrita por Jesús es la de la falsa complacencia: cuando tenemos miedo a perder el cariño, cuando queremos defender nuestra imagen, cuando queremos ganar tiempo, damos una respuesta afirmativa que oculta lo que realmente llevamos en el corazón.

Un sí parece sacarnos de la vergüenza, evita discusiones, nos exime de dar razones. Pero todos los síes ambiguos, corren el riesgo de tener un efecto devastador y destructivo. ¿Qué pasará cuando el padre vea la viña no trabajada por ese hijo que lo engañó?

Para Jesús, los hijos complacientes pero falsos son aquellos que tratan de ganarse el cariño de Dios con una forma de vida que salva las apariencias, pero que esconde lo que llevan dentro.

Sin embargo, como el dueño de la viña, Dios sabe reconocer cuándo la viña ha sido realmente labrada.

3Presentarnos al Padre tal cual somos

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En la oración estamos ante un Padre

Puede que no encajemos del todo ni con el hijo descarriado ni con el complaciente, quizás tengamos un poco de uno y un poco de otro, quizás nuestra situación esté más cerca de uno que de otro. ¡No importa! Lo que importa es el coraje de reconocer lo que realmente llevamos hoy en el corazón y desde allí emprender nuestro camino personal de conversión y de acercamiento al Padre.

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En la oración estamos ante un Padre bueno. Estar frente al Padre es estar frente al que me generó, frente al origen, frente a mi historia. Estoy frente a un Padre que se pregunta si quiero vivir realmente como su hijo.

Solo puedo hacerlo si confío en Él y me dejo guiar desde una obediencia llena de amor.

Te dejamos algunas bonitas frases de algunos santos sobre el amor a Dios:

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