«Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia”.
II Timoteo 3, 6
Creo que esta bella historia alguna vez te la compartí, porque es muy edificante. Y me encanta recordarla, me da grandes lecciones de vida.
Cuando salía del trabajo, cada tarde, camino a casa hacía una parada. Solía ir a Misa de 6:00 p.m. en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Panamá. Me quedaba en el camino.
Me encantaba escuchar las homilías de los padres carmelitas, llenas de sabiduría y de una santa cotidianidad.
Recuerdo que a menudo nos hablaban de la necesidad de leer la Biblia.
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Fuerza espiritual
Su lectura nos mantenía lejos del pecado, nos fortalecía espiritualmente y nos daba enseñanzas de vida muy prácticas con cientos de consejos. Pero había una condición muy sencilla: poner en práctica sus enseñanzas.
“Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”.
Lucas 11, 28
Y es que las Sagradas Escrituras no son cualquier cosa.
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Una tarde celebró la Misa el sacerdote que solía visitar a los enfermos para llevarles los
sacramentos y el consuelo de la buena palabra, en un hospital cercano. Durante su homilía nos dijo:
“Me ha ocurrido algo que me ha impresionado mucho y me gustaría compartirlo con ustedes.
Estuve en el hospital y una enfermera me señaló la habitación donde estaba un hombre muy
enfermo. “Nadie lo ha visitado en 6 meses”, me dijo.
En los momentos difíciles
Entré a verlo, lo saludé.
—Me comenta la enfermera que no recibes visitas.
—No me queda ningún familiar vivo. Solo quedo yo, y acá estoy, esperando que Jesús me venga a buscar.
—¿Tienes miedo?
—¿Cómo sentir miedo de un dulce y esperado encuentro?
—¿Nunca te sientes solo?
—Tengo una forma de no sentirme solo, padre. He memorizado frases, versículos de la Biblia.
Usted como sacerdote debe saberlo: «Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más
cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4, 12)
—Lo sé —le respondí.
—Bueno, cuando empiezo a sentirme solo en este cuarto de hospital, repito en mi mente los
diferentes versículos de la Biblia que he memorizado, las promesas que Dios nos ha hecho. Creo en ella y me deleito con su Palabra. Así me sé acompañado por su Palabra y su presencia amorosa.
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El buen sacerdote continuó la increíble historia, en su homilía y dijo:
—Ese hombre humilde, enfermo y solitario, me enseñó una gran lección. Y yo la comparto para que todos aprendamos de él. Abramos nuestras Biblias, abandonadas en algún rincón de la casa.
Empecemos a leerla y conocer lo que Dios espera de nosotros. Y si podemos, prendamos algunos versículos y salmos, para que en momentos de dificultad, podamos consolarnos con ellos.
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¿Es católica mi Biblia?
Ahora bien, debemos preguntarnos si estamos leyendo la Biblia adecuada. Es muy fácil saberlo.
¿Tienes la tuya a mano? Ábrela y busca en las primeras páginas dos elementos que te lo garantizan. Son dos palabras curiosas escritas en latín. Tu Biblia debe tenerlas.
- Nihil obstat
Es la aprobación hecha por un censor de la Iglesia que indica que no tiene errores
doctrinales. - imprimatur
Expresión latina que significa ”imprímase”.
¿Cómo encuentro una Biblia Católica?
Lo mejor es ir a alguna librería católica y que allí te orienten. En mi caso suelo pedir mi Biblia con letra grande para poder leerla sin dificultad.
¡Ánimo! ¿Tienes una en casa? ¡Abre tu Biblia y empieza a leer!
¡Dios te bendiga!
Aquí algunas citas de la Biblia que fortalecen: