“Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”
Mateo 18
Se trata de salvar nuestras almas. Cada uno de nosotros posee un alma inmortal y debemos cuidarla, acordarnos de ella, fortalecerla con los sacramentos, la oración.
Somos valiosos para Dios, y anhela que pasemos la eternidad con Él. Por eso te escribo estas notas. Somos hijos de Dios, herederos de un cielo prometido.
Bajo la luz del cielo
Jesús nos dejó dicho que caminásemos por este mundo pasajero con el corazón elevado al cielo:
“En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino”.
Juan 14
Cuánto daño hace el pecado…
Si tuviésemos conciencia del pecado y cómo afecta nuestras almas y pone en peligro nuestra eternidad, lo evitaríamos a como dé lugar, sobre todo el grave pecado que cometemos al hablar mal de los demás, de nuestros sacerdotes y del Papa.
¿Pero qué es eso del pecado? Te lo explicamos en Aleteia:
El Catecismo de la Iglesia Católica lo define bien: (1849)
“El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”. El pecado es una ofensa a Dios. El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones.”
Nunca criticar
Recomendaba san Josemaría Escrivá:
“Nunca hables mal de tu hermano, aunque tengas sobrados motivos. Ve primero al Sagrario, y luego ve al sacerdote, tu padre, y desahoga también tu pena con él. Y con nadie más”.
Los sacerdotes son Cristos.
Jesús tal vez te diría: “Cada sacerdote es hijo mío. Jamás hables mal de ellos, aunque caigan y pequen. Tú reza por ellos y pide a Dios que los cuide y preserve del pecado”.
Debes tomar conciencia del dolor que le ocasionas a Jesús cuando hablas más o te burlas de sus sacerdotes. Debes respetarlos.
Si hablas mal de ellos… ni siquiera puedes imaginar en el juicio de Dios, cómo lo pasaras. Es un pecado muy grave hablar mal de los sacerdotes o del Vicario de Cristo.
Amable lector de Aleteia, esta noche eleva tus plegarias por el papa Francisco y por nuestros sacerdotes, que Dios los haga santos y los proteja del demonio y las tentaciones de ese mundo.
“Buen Dios, danos santos sacerdotes”.
¡Dios te bendiga!