En los útimos días he conocido varias iniciativas que pretenden boicotear el día de san Valentín.
Por ejemplo, el taller que se celebrará en Granada con el título «Odio San Valentín» tiene como objetivo «romper los mitos relacionados con el amor que llevan a muchas personas a mantener conductas de dependencia que les producen frustración e inseguridad emocional», mitos que, según las organizadoras del taller, generan la idea de un amor «disfuncional e insano» (el romántico) que impide desarrollar un amor saludable e igualitario -pero sin amor.
En una dirección muy parecida el Consell de Mallorca, gobernado por un partido político radical de izquierda, aprovechando la cercanía de la fiesta de san Valentín ha iniciado una campaña denominada «Desmontando San Valentín», desde la idea de que el día de los enamorados ensalza un tipo de «relaciones descompensadas y peligrosas» ligadas «al control, la dependencia y la posesión». La iniciativa se dirige contra el «mito del amor romántico», declarado como peligroso.
Según Nina Parrón, titular de la Dirección de Igualdad del Consell, eso de buscar la media naranja parte de la idea (para ella equivocada) de que existe un amor indisoluble. Lo considera «una utopía deseable» por la que uno es capaz de hacer cualquier cosa, pero que está muy alejada de la realidad y que en innumerables ocasiones conduce al maltrato y a relaciones insanas (celos, control, posesividad, etc., como si los románticos defendiéramos los celos insanos, el control e incluso el maltrato).
En este sentido, algunos remedios a la desmitificación del amor romántico son cuando menos curiosos y están cargados de una ideología muy perniciosa para la mujer. Se trata de imponer como mentalidad dominante que la mujer no debe esperar el amor porque no existe o que, si existiera, le exigiría una entrega y dependencia que lastraría su libertad y su futuro profesional, más si tiene hijos.
Es el proyecto de una nueva mujer que, para permanecer sin más ataduras que la soga al cuello de las mil responsabilidades y obligaciones laborales, se libera del amor y abraza la soledad. Incluso se le propone buscar la satisfacción sexual a través de sucedáneos tecnológicos.
Esta es la solución al mito del amor romántico a través del mito del «amor tecnológico»: nos lo presenta un anuncio de lencería y juguetes eróticos de la firma Coco de mer (se advierte que el vídeo del enlace es de contenido sexual).
En él se ve cómo una mujer ejecutiva (Pamela Anderson) regresa a casa el día de san Valentín tras su jornada de trabajo. A continuación la modelo y actriz va realizando los preparativos de lo que sería un velada romántica: se desviste, pone música, enciende unas velas, se ducha, se engalana con su mejor lencería fina, echa pétalos de rosa en la cama, etc., y después se acerca a un cofre y lo abre. Aparece un juguete erótico al que acaricia dulcemente con sus dedos… y las siguientes escenas subidas de tono transmiten la experiencia del placer sexual vivido a solas, con el mensaje: «Nadie te conoce mejor que tú. Quédate sin aliento este san Valentín».
¿Será que esta concepción del «amor-a-sí-misma» es el mejor contrapunto que han encontrado para atacar san Valentín? ¿Estamos ante una nueva liberación de la mujer actual, trabajadora, que busca lo que le place cuando le place y como le place y utiliza al hombre también de forma egoísta?
¿Es este el modelo de afectividad igualitaria y de respeto al que se refieren los adversarios del amor romántico? ¿No son necesarios dos para que se pueda hablar de igualdad y de respeto? Interesante forma de alcanzar el empoderamiento de las mujeres. Parece más bien una solución de mentira, porque es la mentira que nos vende el mercado y su ideología anti-matrimonio, anti-familia, y ahora anti-amor. ¿De verdad nos creeremos el cuento de que el amor romántico es causa de violencia y subordinación?
Hace unos días paseaba por un centro comercial y al pasar por una tienda vi cómo se proyectaba otro anuncio. «This is love», se podía leer, pero enseguida aparecía una cruz que tachaba el vocablo «amor» y lo sustituía por «fun» (diversión), como si el amor fuese algo triste.
Después mi marido, mis hijos y yo volvimos a casa, ciertos de que existe un amor grande y verdadero aunque no por ello menos frágil ni menos finito, una experiencia que solo a la luz de un Amor más fuerte consigue resistir para no ser devorada por las estúpidas teorías y contrateorías que el ser humano es capaz de imaginar. Así que yo celebraré el día de san Valentín y todos los días, porque ese Amor es lo único por lo que merece la pena vivir y entregar la propia vida.
