Magín Díaz vive en Gamero (Colombia), su pueblo natal ubicado en el municipio de Mahates (Bolívar) y ha dedicado casi toda su vida a la música. Su madre fue una reconocida cantadora de bullerengue de la región y su papá fue bailador de son de negro.
Vive con sus familiares y aunque en sus años de juventud se dedicó también al campo, en la actualidad ya no tiene las fuerzas para seguir trabajando en la agricultura, pero sí las tiene para seguir cantando.
Si bien los detalles de su historia no se conocen en demasía, bastante se ha hablado de él. Incluso se dice que tiene 95 años, aunque en su pueblo han llegado a decir que podría tener más de 100. En todo caso, lo único que se sabe con certeza de Magín es que nadie canta como él.
Al entonar sus cantos lo hace con un sentimiento genuino con el que logra transmitir toda su experiencia de vida y la alegría que enciende su mirada. “Canto porque es lo que me gusta, lo que me hace estar vivo”, dice Magín.
El hoy famoso “Orisha de la Rosa” inició su trayectoria de niño perteneciendo a una agrupación musical del pueblo, luego en su juventud se dedicó a la composición sin pensar que algunos de sus cantos pasarían hacer parte importante de la tradición musical de Colombia.
«A Pilá el Arroz», «El Lobo», o «Rosa» son cantos que se hicieron conocidos porque fueron interpretados por grandes cantantes como Joe Arroyo y Carlos Vives, entre otros.
Su condición de analfabeto hizo que este “viejito”, siendo un gran compositor, nunca fuera reconocido. Sus obras quedaron registradas con el nombre de otros, y nunca se le dio el debido crédito. Por otro lado, se sumó también la fuerte oleada del racismo; a Magín le tocó enfrentar la dureza de la industria musical que sólo le interesaba dar a conocer la música de los blancos.
Él mismo dice haber sido de malas puesto que no pudo vivir de su arte. “Yo era para que tuviera plata”, expresó. Sin embargo, la historia fue otra y estando en el anonimato recién hace un año le está mostrando al mundo la riqueza de su arte y tiene la bendición de estar cumpliendo su justo sueño: grabar su primer álbum.
Este hombre flaquito y de caminar lento al momento de entonar sus cantos inspira tradición, con su fuerte voz logra estremecer a cualquier oyente y él bien lo sabe.
“Ya las mujeres no me miran porque estoy viejito, pero cuando me oyen cantando dicen ese viejo no tiene esos años. Pa’ que vea, ¡todavía conservo la voz! pa’ seguir adelante. Me dicen que no tengo esos años por el eco que tengo”.
Tiene una pasión y respeto por las mujeres. A sí mismo se delata como un “eterno enamorado”. Quienes lo conocen afirman que cuando Magín ve una mujer bella cambia al instante su actitud de reposo, levanta la cabeza y “lanza sus piropos” en medio de canciones, como cuando era joven.
Este hombre que nunca aprendió a leer ni escribir posee la sabiduría de la vida y es consciente que los años no llegan en vano. Le angustia no acordarse con precisión los detalles de las historias que hay detrás de sus canciones.
“Ya los años me tienen que se me olvidan las cosas. Pero todavía me gusta la vida, todavía le pido a Dios y a la Virgen que me ayuden”, asegura.
Magín Díaz, el “Orisha de la Rosa”, llora de la emoción al escuchar sus cantos grabados en compañía de otros artistas. Y se enorgullece de ver su primer disco que se ha realizado bajo la producción del chileno Mauricio Araya. Desde su humilde casa en Gamero ensaya todos los días con sus músicos y sigue inspirando a muchos artistas no sólo de Colombia, sino también de América Latina.