Esta es la historia de éxito de Isabel García Baños, CEO de Bleta, una startup dedicada al diseño de tecnología adaptada a personas mayores. A Isabel le gusta decir que la tecnología, si no tiene en cuenta a las personas, no sirve para nada. “La tecnología o es humanista o no será”. Con 27 años entró en la lista Forbes 30 under 30.
La obsesión de su equipo es que la tecnología no discrimine a nadie, que toda la tecnología puntera se pueda poner a disposición de todo el mundo y no cause discriminación.
Una niña curiosa
De pequeña era muy curiosa. Le gustaba entender todo, qué pasaba dentro de las máquinas. Cuando aparecía el técnico de la lavadora en casa, ella estaba en primera fila para ver cómo funcionaba y aprender cómo la estaban arreglando.
Así que desde pequeña le gustó muchísimo la tecnología. Un profesor de Electrotecnia hizo que se enamorase de la asignatura y fue lo que le impulsó a elegir la carrera de Ingeniería Electrónica.
Los últimos años de carrera comenzó sus prácticas en una empresa que se dedicaba a hacer uno de los submarinos más eficientes del mundo y que llegaba a más profundidad.
Se dio cuenta de que eran dos “emprendedores locos” que habían tenido un sueño: construir un submarino.
En ese momento comprendió que ella quería hacer realidad su propio sueño.
Superar el síndrome del impostor
Estudió un master en Inglaterra y Alemania, con un poco de síndrome del impostor, pero se dio cuenta de que los ingenieros españoles tienen muy buena formación y están muy solicitados en el extranjero.
A la vuelta, con un grupo de compañeros de universidad, creó un proyecto basado en dos pilares: debía ser tecnológico y tener un impacto social. Así comenzó el proyecto EWays de aprovechamiento de la basura electrónica.
“Una empresa social debe generar sus propios recursos y después destinarlos a crear impacto social.”
Con él quería alargar la vida útil de los dispositivos electrónicos. Cuando llegó la pandemia, todo el equipo se encontró con muchísimos dispositivos entre manos, y muchísima capacidad de conseguir más dispositivos que permitieran comunicarse a las familias que estaban aisladas por covid.
Así nació la iniciativa sin ánimo de lucro #Acércales. Consistía en recoger, mediante una plataforma de donaciones, dispositivos tanto de empresas como de particulares para reformatearlos y hacerlos útiles de nuevo y donarlos, sobre todo a hospitales y residencias.
Hablaron con residencias de mayores y les enviaron el prototipo pero a los ancianos les resultaba difícil de manejar, no lo entendían.
Así que, dieron un paso más. Crearon una tablet, Bleta, con los iconos y las letras más grandes. Tal fue el impacto que tuvo sobre los usuarios de estas residencias que decían los trabajadores sociales:
“Les han perdido el miedo. Ahora todo el mundo quiere la tablet”.
Empezaron una prueba piloto, donde cada semana preguntaban qué cosas funcionaban mejor y cuáles necesitaban mejoras.
Durante el confinamiento, Isabel le entregó la tablet a su abuela y ésta le dijo que la tablet la había salvado del confinamiento.
“Te das cuenta de que no es solo que se beneficien de todo aquello que da la tecnología, sino que afecta a su estado anímico, a su autoestima, a su autonomía, y un poco a paliar el sentimiento de soledad no deseada que por desgracia muchos mayores tienen.”
Isabel cuenta que han vivido numerosas anécdotas y que ha tenido la suerte de compartir muchas de ellas y verlas en directo.
Por ejemplo, una de ellas sucedió con una mujer con afasia causada por un ictus. No podía hablar. Estaba muy desanimada y deprimida. Y su familia decidió regalarle una Bleta.
Cuando empezó con ella experimentaba un poco de frustración al utilizarla, porque recordaba las experiencias previas de la tecnología. Pero al darse cuenta de que era muy fácil, muy intuitivo, la utilizó cada vez más. Usó una aplicación para comunicarse con pictogramas.
Un día descubrió que podía buscar vídeos de su pueblo, de cuando era pequeña. Cuando los vió empezó a llorar y le salió su primera palabra. Dijo: “Mira”. Cuando se escuchó a sí misma experimentó una de las emociones más grandes para ella, pero mucho más para su familia. “Y a nosotros eso nos puso la piel de gallina. Son los casos que nos impulsan a seguir en este proyecto”, explica.