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Jane Dormer: La dama de María Tudor que protegió a los católicos

JANE-DORMER

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Sandra Ferrer - publicado el 21/04/23

Huyó de Inglaterra tras la muerte de su soberana y el ascenso al trono de Isabel I

Todos querríamos morir en paz y en compañía de nuestros seres queridos. Reyes y reinas a lo largo de la historia han vivido con la duda sobre la fidelidad y amor sincero de sus servidores. Personas que a menudo se acercaron a sus testas coronadas por sus propios intereses.

Cuando María Tudor yacía en su lecho de muerte, a su lado estaba una mujer que lloró sinceramente la pronta desaparición de su señora. Jane Dormer no solo fue fiel a su reina; lo fue también a su fe católica, lo que la llevó a tener que dejar su patria. Lejos de su Inglaterra natal, en las calurosas tierras extremeñas, la nueva duquesa de Feria viviría sus últimos años volcada en ayudar a los católicos exiliados de la Inglaterra isabelina. 

Jane o Juana Dormer, como la conocerían en España, había nacido el 6 de enero de 1538 en Eythrope, en el condado inglés de Buckinghamshire. Jane era demasiado pequeña para ser consciente de la ruptura que las reformas impulsadas por Enrique VIII provocaron en el seno de su propia familia. Mientras su familia paterna decidió permanecer fiel a Roma, su madre y los suyos aceptaron los dictados de la nueva Iglesia Anglicana. La muerte de su madre, Mary Sidney, en 1552 hizo que Jane se trasladara a vivir con sus abuelos paternos, con quienes crecería y se educaría en un ambiente católico. Fue su abuela, Jane Newdigate Dormer, quien se convertiría en su segunda madre y quien le transmitiría unos fuertes valores religiosos. 

Jane Dormer pasó buena parte de su infancia en la corte. Su abuelo, Sir William Sydney, era el tutor del pequeño príncipe Eduardo, por lo que Jane se convirtió en compañera de juegos del que sería rey como Eduardo VI, quien la llamaba cariñosamente “Mi Jane”. En 1547, empezaba su reinado, que se truncaría seis años después a causa de su frágil salud. Tras otro reinado aún más breve, en el Jane Grey, era nombrada reina María Tudor. Jane, más de veinte años más joven que María, entró pronto al servicio de la nueva soberana y fue cuestión de tiempo que se convirtiera en algo más que una simple dama de compañía. Entre María y Jane se forjó una amistad indestructible y la reina encontró en ella a una persona en la que confiar. 

En 1554, María Tudor se casaba con Felipe II. Hasta Inglaterra había llegado el Rey Prudente acompañado de una amplia comitiva. Entre sus sirvientes, se encontraba Don Gómez Suárez de Figueroa, futuro duque de Feria. Este pronto se fijó en la dama de la reina y Jane, a su vez, quedó prendada del caballero con el que inició una cordial amistad que derivó en un deseo de matrimonio. Jane, que había recibido la aprobación de su señora, demoró su enlace pues no quería alejarse de su reina. 

El 17 de noviembre de 1558, María Tudor fallecía en su lecho. Junto a ella, Jane Dormer lloró sinceramente su desaparición. Antes de dejar este mundo, María le encomendó a Jane que fuera ella quien le entregara personalmente a su hermana Isabel sus joyas reales. También le pidió que le transmitiera un mensaje a la que pronto sería la nueva reina de Inglaterra, que permaneciera fiel a la religión católica. Tras la muerte de la reina, Jane Dormer se casó con Don Gómez en una celebración que tuvo lugar el 29 de diciembre de 1558. 

Cuando Isabel, hermanastra de María, ascendió al trono, no cumplió con su promesa y reinstauró las leyes que su padre, Enrique VIII, había promulgado en favor de la reforma de la iglesia. Don Gómez marchó a Flandes en la primavera de 1559, a petición de su señor, Felipe II. Jane permaneció un tiempo más en Inglaterra, poniendo en orden sus pertenencias, sabiendo que su viaje iba a ser un trayecto de solo ida. Junto a ella, muchos otros católicos, incluida su abuela, se embarcaron rumbo al continente. Un viaje que fue duro para Jane, pues por aquel entonces estaba embarazada.

Acogida con gran cariño por la gobernadora de los Países Bajos, Margarita de Parma, quien accedió incluso a ser la madrina de su hijo, Jane y los suyos vivieron un tiempo en Malinas hasta que hicieron de nuevo las maletas para seguir su viaje hasta su destino final en España, en las tierras del duque de Feria. Su abuela, instalada en Lovaina, se convertiría en una figura clave para los refugiados católicos hasta su muerte. 

Los duques de Feria llegaron a Toledo donde recibieron una cariñosa acogida de los reyes. Desde allí, marcharon a Zafra, en Extremadura, donde se instalaron definitivamente. Allí vivió el resto de sus días, junto a su marido y su único hijo. A la muerte del duque, en 1571, Jane gestionó las extensas propiedades de la familia además de llevar una vida devota, haciéndose terciaria de la Orden de San Francisco. Tampoco se olvidó de sus compatriotas católicos a los que acogió en sus propiedades y ayudó a empezar una nueva vida. 

Jane Dormer falleció el 23 de enero de 1612. Fue enterrada en el monasterio de Santa Clara de Zafra. Años después, el que fuera uno de sus secretarios personales, Henry Clifford, escribió una biografía sobre su señora, a la que definió como “otra reina Elena, que con liberal generosidad empleó sus bienes para socorrer a los escoceses, ingleses e irlandeses, y otros católicos afligidos y fugitivos, que recurrieron a España para el ejercicio de su fe y religión”. El museo del Prado custodia un cuadro de Antonio Moro que podría ser un retrato de la duquesa. 

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