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Un postre para no olvidar un milagro de santa Lucía

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Gandolfo Cannatella - Shutterstock

Lucia Graziano - publicado el 13/12/22

De norte a sur, numerosas zonas de Europa celebran a lo grande a Santa Lucía, probablemente una de las figuras más queridas de la época invernal. Pero ¿cómo la honran los habitantes de Siracusa, la ciudad que la vio nacer?

Aún hoy, en la ciudad de Siracusa (Italia) se celebra el milagro con el que, a mediados del siglo XVII, Santa Lucía volvió su mirada benévola hacia su ciudad natal. Libró de la desgracia a sus «conciudadanos» en un momento en que muchos de ellos comenzaban a desesperarse.

Era el año 1646, y Sicilia estaba sumida en la hambruna. Un verano exageradamente caluroso fue seguido por un invierno inusualmente lluvioso. Hacia la primavera de ese terrible ’46, los sicilianos ya habían agotado todos los suministros de alimentos. El hambre empezaba a hacerse sentir de verdad.

En mayo, la situación se había vuelto tan desesperada que el obispo de Siracusa, Francesco d’Elia e Rossi, había convocado una novena de oración para pedir la gracia de un milagro a Santa Lucía, patrona de la ciudad.

Pues bien, el 13 de mayo de 1646, en el octavo día de la novena, los fieles reunidos en la catedral no habían tenido tiempo ni de levantarse de los bancos de la iglesia tras el último «amén». Cuando he aquí que un mensajero abrió de par en par las puertas de la catedral, gritando que la gracia se había hecho realidad. Barcos cargados de trigo acababan de llegar a puerto, tan tarde con respecto a la fecha prevista que ya todos los habían dado por naufragados. Por si fuera poco, una enorme parvada de codornices se había parado en los alféizares de las casas, ofreciéndose como presa fácil para los cazadores improvisados.

¡Por supuesto que no podía ser una coincidencia! ¡Santa Lucía, habiendo escuchado las oraciones de los siracusanos, había enviado la gracia celestial sobre la ciudad de la que era patrona!

En Siracusa, un ayuno muy especial el día de la fiesta patronal

Todavía hoy, en honor a ese prodigio, los ciudadanos de Siracusa honran a su santa de maneras muy especiales. En completo contraste con lo que normalmente se hace con motivo de las fiestas patronales, los siracusanos observan ese aniversario optando por… ayunar ( !). Mantienen así vivo el recuerdo de aquella hambruna de la que la santa los salvó milagrosamente.

Por supuesto, es un ayuno sui generis, y sin duda se necesita mucha ironía para usar esta palabra. Según una antigua tradición, los siracusanos honran la fiesta de Santa Lucía absteniéndose del consumo de alimentos que tengan trigo. Una referencia, precisamente, a ese terrible 1646, cuando nadie tenía pan para comer. A falta de harina, se conformaban con lo que se encontraba en los últimos recovecos de la alacena.

La cuccìa de Santa Lucía: un postre con sentido

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«¿Y los dulces?», podría decir alguien. Después de todo, ¿qué es una fiesta sin un postre para llevar a la mesa?

Pues bien: para honrar dignamente a su santa, los siracusanos inventaron un postre muy especial, que fue creado precisamente con la intención de mantener vivo el recuerdo de aquella gracia recibida. Se llama cuccìa (como se puede comprobar, rima con Lucía); y, según la tradición popular, es el único alimento a base de trigo que se puede comer el día de la fiesta.

Cuenta la tradición popular que, en aquel lejano 1646, cuando llegaban al puerto los barcos cargados de grano, la población se arremolinaba en torno a aquellos preciados costales con un frenesí dictado por el hambre. Con manos temblorosas de emoción, los siracusanos atesoraron los preciosos granos de trigo y corrieron directamente a casa, sin pasar por el molino. Cuando el estómago está atenazado por el hambre, ¡nadie quiere perder un tiempo precioso esperando que el grano sea molido!

Y así, las amas de casa hirvieron el trigo como estaba; y, en cuanto los granos se ablandaron, los sazonaron con lo poco que tenían en la despensa. En poco tiempo prepararon un plato muy sencillo que, sin embargo, les pareció el manjar más exquisito del mundo. Según la tradición, así nació la cuccìa, el dulce típico que aún hoy se cocina en honor de la santa de Siracusa.

Mencionada en fuentes ya a fines del siglo XVII, la cuccìa era originalmente un budín muy simple: consistía en trigo hervido, sazonado con vino y miel. Poco a poco, a lo largo de los siglos, la preparación del dulce comenzó a ser más elaborada y las familias adquirieron la costumbre de añadir al trigo cremas como la ricotta y trozos de fruta confitada, dando lugar a una infinita variedad de recetas.

La receta de la cuccìa de santa Lucía

Y, para aquellos que quieran replicar este postre con una antigua tradición en su propia casa, aquí está la receta de una de las muchas variaciones posibles de la cuccìa de santa Lucía:

Ingredientes:

500 gramos de trigo
300 gramos de ricota
100 gramos. de azúcar
1 cucharadita de canela
50 gramos. de fruta confitada (o copos de chocolate negro, o pasas: ¡a tu gusto!)

Preparación:

Después de lavar cuidadosamente el trigo, colóquelo en una cacerola con agua y cocine a fuego lento durante al menos seis horas (o cocínelo en una olla de cocción lenta durante seis horas a temperatura alta).

Cuando el trigo esté cocido, añadir el azúcar, la ricota y la canela y continuar la cocción durante otro cuarto de hora, removiendo constantemente como si se tratara de una crema. Cuando la mezcla esté espesa y homogénea, retirar del fuego, servir en vasitos individuales y dejar enfriar. Justo antes de servir, sazona la cuccìa con fruta confitada (o con cualquier otro ingrediente que le sugiera tu imaginación, a tu gusto). ¡Y no olvides rezar una oración a Santa Lucía antes de dar tu primer bocado!

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