Para muchas parejas casadas, es difícil imaginar el cielo separados uno del otro, sin poder permanecer casados por toda la eternidad.
Sin embargo, Jesús fue muy claro en su enseñanza sobre el matrimonio en el cielo:
“Los hijos de este mundo toman mujer o marido pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido”
Lucas 20, 34-36
Unidos para siempre
Esta podría parecer un tipo de existencia “menor”, sin estar ya unidos con nuestro cónyuge en el cielo.
Sin embargo, esto no significa que no estaremos unidos con nuestro cónyuge por toda la eternidad.
El Catecismo de la Iglesia Católica describe el cielo como un lugar de “comunión”.
Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo” . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
CIC 1024
Además, todos los que están en el cielo están unidos en una “ciudad de Dios”.
Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios, “la Esposa del Cordero”. Ya no será herida por el pecado, las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua”.
CIC 1045
Más felices que nunca
El cielo será diferente a cualquier experiencia de comunión que encontremos en este mundo, superando incluso los tiempos más felices de la vida matrimonial en la tierra.
Si tanto el esposo como la esposa luchan por la santidad en la tierra y entran en la bienaventuranza eterna del cielo, estarán unidos en el cielo de una manera que está más allá de nuestro entendimiento.
No será como un matrimonio en la tierra, sino que estaremos unidos con todos los santos en el cielo en una eterna comunión de amor, unidos por Dios mismo.
La pérdida de la vida matrimonial no será un problema para ninguno de nosotros, ya que obtendremos una recompensa mucho mayor de lo que podríamos imaginar.
El matrimonio es un camino que está diseñado para ayudarnos en nuestro camino al cielo y una vez que finalmente lleguemos a nuestro destino, ya no habrá necesidad de aferrarnos a él.