Cinco personas con discapacidad presentaron recientemente al papa Francisco las conclusiones de una “sesión de escucha sinodal”, llamando a la Iglesia a darles un lugar en la misión y la evangelización.
Entre ellos estaba Claire-Marie Rolland, cuyo síndrome de Down no le ha impedido convertirse en una luminosa joven consagrada.
“Ya he estado en Roma cinco veces”, recuerda con entusiasmo Claire-Marie, momentos después de la audiencia general del miércoles 21 de septiembre.
La joven ya se ha encontrado con tres papas: Juan Pablo II, con motivo de su Confirmación; Francisco, a quien invitó a Lourdes; y también Benedicto XVI, “un osito”, dice con una ternura que desarma.
Esta virgen consagrada de la diócesis francesa de Bayona forma una pequeña comunidad de vida con Annie Rougier, ex funcionaria del Ministerio de Marina, que también está consagrada bajo la jurisdicción del obispo de Bayona.
Las dos mujeres, que viven en Lourdes desde hace siete años, dirigen la asociación Pôle de Lumière (“Poste de luz”), dedicada a la acogida de familias con niños con síndrome de Down.
Una adopción espiritual
El proceso sinodal les permitió compartir su experiencia de vida muy atípica, una “historia de Dios”, dice Annie, que ve en este acompañamiento la realización de una vocación sentida en su propia infancia.
“Cuando era una niña en París, me cambió una niña con síndrome de Down (…) que vivía al lado nuestro”, explica Annie.
Durante el verano de 1985, Annie fue invitada a visitar una comunidad que acogía a niños abandonados al nacer debido a una discapacidad.
Una niña, nacida el 8 de diciembre de 1984 y recién acogida en ese hogar, era la única que no dormía cuando visitó la casa. Sus ojos se encontraron. “Algo me dijo que tenía que volver a verla… la adopté”, recuerda.
Un largo camino conduciría a la consagración de Annie en 1993, luego a la de Claire-Marie, en 2013.
Apasionada por Jesús desde su infancia
Desde su infancia, la niña con síndrome de Down mostró signos de deseo por Dios. Anni recuerda:
“Cuando fuimos a ver a su madrina, que estaba consagrada, no saludó a nadie sino que fue primero al oratorio a besar a Jesús, y recién entonces vino a saludarnos. Ha tenido esta pasión por Jesús desde que era una niña”.
El obispo de Bayona confió a Claire-Marie una misión de oración y evangelización.
Desarmante en su sencillez, ternura y libertad espiritual, la joven desata el don de las lágrimas en muchas personas.
Mientras escuchaba por casualidad su testimonio en Radio-Présence, la responsable de la pastoral de los discapacitados en la diócesis de Albi se detuvo a un lado de la carretera, llorando.
Su contacto con Claire-Marie hizo que la joven hablara ante 700 peregrinos de su diócesis, reunidos en Lourdes.
“Todos estaban conmovidos”, dice Annie. Ella recuerda la compasión natural de Claire-Marie, quien “iba de silla en silla para ver a los enfermos”.
“La Iglesia es pobre”
Claire-Marie dedica toda su vida al seguimiento de Cristo, con intensidad. Ella explica:
Jesús es muy compasivo con los jóvenes y los niños. Debemos orar por los solitarios y los hospitalizados. Rezo por ellos en Lourdes.
Sus prioridades: “Oración y evangelización. Comparto esto con otras personas con síndrome de Down. Y también pobreza, porque la Iglesia es pobre”, subraya.
Jóvenes marcados de por vida por su testimonio
Dondequiera que va, Claire-Marie evangeliza, especialmente en las escuelas. Explica con confianza:
Conozco el aborto desde hace mucho tiempo, porque me abandonaron al nacer, y hablo mucho de eso a los niños, a los jóvenes y también a los obispos.
Durante una visita a una escuela vocacional, “privada pero no muy católica” – recuerda Annie –, Claire-Marie fue invitada a hablar sobre discapacidad y diferencia.
Sin dudarlo, cambió de ángulo y habló sobre el tema de “vencer la tentación”, para advertir a los jóvenes sobre el riesgo del aborto.
“Podrías haber escuchado caer un alfiler”, recuerda Annie.
“Todos los jóvenes oraron con ella. Y cuando terminó su testimonio, rezó la oración del papa León XIII contra el diablo. Recuerdo música muy fuerte, de origen desconocido, que se detuvo abruptamente cuando Claire-Marie concluyó su discurso diciendo: Y tú, Señor, seas bendecido por haberme creado”.
“Los jóvenes estaban en estado de shock. Una niña llorando compartió que ella también había sido abandonada y Claire-Marie fue a consolarla. Todos estos jóvenes me dijeron que estaban marcados de por vida“, recuerda Annie.
Rompiendo barreras
Y cuando la profesora, también entre lágrimas, le preguntó de dónde sacaba la fuerza para evangelizar sin filtro, Claire-Marie respondió con humor: “¡Es verdad que a ti te cuesta más, porque te falta un cromosoma!”.
Con su cromosoma extra, considerado por una parte de la opinión pública como algo vergonzoso que ocultar, Claire-Marie pudo romper barreras.
“De hecho, no soy minusválida: tengo dos brazos y dos piernas, tengo todo lo que necesito y ¡soy muy feliz así! Tengo mucha alegría en mí, ¡y se nota!”, dice.
Claire-Marie dice sentirse completamente a gusto frente a los jóvenes que a veces son reacios a hablar de su fe.
“Me encantan los tímidos”, añade con conmovedora sinceridad. Del mismo modo despertó las lágrimas de un vagabundo cerca del Vaticano al abrazarlo con estas sencillas palabras: “Amo a los pobres“.
Activos misioneros
En el proceso sinodal, Clare-Marie muestra el camino hacia una Iglesia en la que las personas con discapacidad no sean meros destinatarios de un cuidado pastoral compasivo, sino actores de pleno derecho en la misión.
Las personas con discapacidad “quieren ser tomadas en serio y llevar alegría a las comunidades cristianas en las que viven”, explica Vittorio Scelzo, responsable de este tema del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Con esto en mente, los participantes en esta sesión de escucha sinodal pidieron que se designe al menos una persona con discapacidad para participar en la sesión final del Sínodo sobre la Sinodalidad en octubre de 2023 en el Vaticano.
En esa ocasión o durante una visita a Lourdes, Claire-Marie quisiera poder testificar en público, ante el Papa.
“Es mi mayor deseo”, admite con una confianza en la presencia de Dios que parece ilustrar las palabras del Evangelio de Mateo: “Lo que has escondido de los sabios y entendidos, lo has revelado a los pequeños”.