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Caso Depp vs Heard: Manipulaciones y dependencias afectivas

Amber Heard and Johnny Depp

Steve Helber | POOL | AFP

Paola Belletti - publicado el 15/06/22

La violencia doméstica puede darse en cualquier contexto, incluso en el más inesperado, y afecta a hombres y mujeres. ¿Qué sabemos de este fenómeno? ¿Qué dimensiones tiene, en qué dinámicas relacionales se desarrolla?

La historia que involucró a una expareja de Hollywood, Johnny Depp y Amber Heard, y que vio casi triunfar al actor de Piratas del Caribe, volvió a poner en la mira del público mundial el tema de la violencia doméstica y de género.

El jurado había dictaminado que Amber Heard debía pagar 15 millones de dólares: 10 por las acusaciones que resultaron infundadas, más 5 por los llamados «daños punitivos». Esto se debe a que consideró que las acusaciones vertidas por Heard contra su exesposo están viciadas de “malicia”, dolosa; pero bajo la ley de Virginia esta multa no puede exceder los 350.000 dólares. De ahí el cálculo final de 10,35 millones.

Un efecto secundario decididamente indeseable fue arrojar detalles sensibles de una relación rota a la audiencia, para consumo de los seguidores de ambos bandos en las plataformas de medios. Más allá de este triste espectáculo, podemos aprovechar este caso como una oportunidad para reflexionar sobre el complejo fenómeno de la violencia doméstica.

Pedimos opinión de una persona de consolidada profesionalidad y competencia sobre los factores clave del fenómeno de la violencia doméstica y de género. Hablamos con el Dr. Aureliano Pacciolla, psicólogo forense y psicoterapeuta

(…) Psicólogo, psicoterapeuta, psicólogo forense, ex profesor de Psicología de la Personalidad en el “Maria SS. Assunta” (LUMSA). Profesor de la Escuela de Psicoterapia (APC, Humanitas, SPC, Activamentis) en los Másteres de Psicología del Deporte, Psicología Jurídica, Psicología de Emergencias y Psicología. Ha enseñado psicología general y psicología de la personalidad en la Universidad LUMSA de Roma, y ​​actualmente es profesor en varias escuelas de psicoterapia y maestrías de posgrado. Es autor de quince ensayos científicos.

Escuela Humanitas

Un problema complejo

– Gracias por aceptar nuestras preguntas sobre un tema tan complejo: ¿nos ayuda a comprender las características fundamentales del fenómeno?

La violencia doméstica es un fenómeno en gran medida oculto, y lo que llega a las noticias es solo una pequeña punta del iceberg de los casos que llegan a las urgencias de los hospitales o a la policía.

Además, no todos estos casos llegan a los tribunales y las sentencias son mínimas (en número y pena) en comparación con el problema. A menudo son las víctimas (en su mayoría mujeres y/o menores) quienes no denuncian, o incluso protegen a sus propios verdugos.

Esta consideración ya sería suficiente para imaginar la complejidad de este problema.

Otra complejidad es la que añade la manipulación mediática de la información. Algunos periodistas o agencias de noticias tienen posturas a priori sobre el tema, y dan información no tanto con fake news, pero sí seleccionando la información.

De hecho, a menudo es difícil comprender bien la realidad, precisamente porque algunos detalles están casi ocultos y otros detalles se amplifican adrede. El resultado muchas veces no está dentro de los límites penales de la difamación y por lo tanto tenemos un «no ha lugar», porque se apoya en la libre interpretación de la realidad judicial.

En otros casos, sin embargo, tenemos verdadera difamación por la divulgación de información que no puede ser verificada por falta de pruebas y/o testimonios. En estos casos, el juicio mediático anticipa el proceso judicial con gravísimo daño moral, de imagen social y, como en el caso de la expareja Johnny Depp y Amber Heard, también con daño material.

No es fácil aguantar la presión social – además de la presión familiar – pasando por verdugo sin serlo, o por el contrario, no siendo reconocido en la propia dignidad de víctima cuando el afectado sabe que lo es. Aquí tenemos primero la guerra mediática, y luego la guerra entre expertos y abogados.

«Hago lo que quiero en mi casa»

Uno de los primeros factores clave en la violencia doméstica es el prejuicio de que «hago lo que quiero en mi casa». Sobre este prejuicio se asientan hábitos que poco a poco acentúan la subestimación de las necesidades y derechos de los demás – cónyuge, hijos y trabajadoras del hogar – para hacer prevalecer las propias necesidades y derechos.

La violencia doméstica no suele manifestarse en un único acto grave. La mayoría de las veces es un goteo que a la víctima le parece tolerable, pero que llega un punto en que no puede soportarlo más. De hecho, en materia judicial, lo que determina una denuncia o un hecho fatal es sólo el final de una larga serie de abusos tolerados.

La reacción de la víctima después de una larga tolerancia puede parecer una agresión hacia su propio verdugo. En un juicio, esto hace que sea más difícil diferenciar bien a la víctima del abusador.

Otra característica de la violencia doméstica es la caracterización de la víctima por su género. Un porcentaje muy alto señala al género masculino (abuelo, padre, tío, suegro, hijo, novio o amigo) como agresor de la mujer (abuela, madre, tía, suegra, hija, novia o amiga).

A estos se suman cocinera, niñera, limpiadora y otras figuras femeninas que giran en torno a la familia. La violencia de género está regulada como tal en varios países , pero este problema empieza con el bullying desde la escuela primaria.

Presenciar la violencia desde niños

En los distintos casos de violencia de género en el ámbito familiar hay que añadir el de la violencia presenciada. Es la exposición de menores a actos violentos y/o sexuales. A menudo, esta violencia se pasa por alto, pero esto no significa que pueda considerarse como no traumática o secundaria.

El fenómeno de la violencia doméstica es, podríamos decir, emergente pero no de emergencia, ya que, como confirma la OMS, se propaga de manera sostenida y global sin grandes diferencias geográficas y de condiciones socioeconómicas. Los datos muestran que el 30% de las mujeres que han estado en una relación reportan haber experimentado algún tipo de violencia física o sexual por parte de la pareja.

Los datos que reporta la OMS son mínimos porque solo se refieren a las denuncias que llegaron a urgencias, comisarías y juzgados. La experiencia de psicoterapeutas y otros profesionales de la salud indican cifras mucho más altas, porque conocen el día a día de sus clientes y por lo tanto pueden testimoniar tanto los conflictos que se producen como las tolerancias problemáticas y patológicas. Sin embargo, es cierto que el fenómeno de la violencia doméstica y de género es verdaderamente global.

El DSM-5 (Manual de Diagnóstico y Estadística, 5ª Edición), que es la referencia más directa de todos los clínicos y psicojuristas del mundo, también reporta la misma difusión y prevalencia de la agresión masculina sobre la agresión femenina.

En este punto, es necesaria una aclaración sobre la agresión de género. Pareciera que en todo el mundo la agresión más punible es la realizada con conducta masculina; mientras que la agresión femenina es más sutil, menos visible y menos punible porque aparentemente es inofensiva.

También parece que en todo el mundo y en todas las épocas, todas las prisiones han estado pobladas mucho más por hombres que por mujeres. Esta figura remitiría la violencia machista al rol de la testosterona y/o al rol del hombre cazador. Aquí no queremos negar la importancia de la endocrinología y los roles sociales, pero estos no pueden prevalecer sobre el rol de la formación en el respeto al otro, especialmente al otro más vulnerable.

Señales de alarma

– ¿Cuáles son las características de la violencia doméstica real y cuáles son las señales de alarma más fáciles de pasar por alto?

Desde el punto de vista psicológico, la primera característica de la violencia doméstica es la del lugar-contexto cerrado que podría parecer una protección del verdugo, cualquiera que sea su género. La razón de indicar el lugar como también el contexto es que esta violencia no necesariamente se realiza dentro del perímetro del hogar sino también a través de la red (teléfono móvil, PC, redes sociales). Por lugar-contexto también entendemos el contexto relacional de amigos y colegas, denigrando al otro con rumores que a veces son directos, pero más a menudo son sutiles insinuaciones.

En casi todos los casos que he tratado, las primeras señales de alarma, pero desatendidas, ya estaban presentes antes de la boda. Desafortunadamente, todos nosotros durante el noviazgo, especialmente en la fase de enamoramiento, tenemos una especie de «ceguera selectiva» en la que amplificamos lo que en la pareja creemos que puede satisfacer nuestras necesidades y disminuimos o no vemos otras características de incompatibilidad.

En esta fase de ceguera selectiva que precede a la convivencia (con o sin matrimonio) las variables socio-relacionales son muy relevantes; porque, además de nuestras necesidades, otros elementos también nos empujan a no ver las predisposiciones agresivas de la pareja. En este contexto, el acosador y el agresor sexual se esconden muy bien y pueden simular fácilmente sus predisposiciones problemáticas.

La consejería prematrimonial ciertamente puede reducir o prevenir la falta de percepción de la ceguera prematrimonial selectiva.

– ¿Cuáles son los factores que dificultan su identificación y prevención?

Uno de los factores que dificulta identificar y prevenir posibles fracasos matrimoniales son las predisposiciones de personalidad.

Dependencia emocional

Por ejemplo, en los casos en que uno de los dos (normalmente el varón) tiene un estilo de personalidad narcisista y la pareja un estilo de personalidad evitativo, se puede tener un aparente equilibrio en el primer periodo de convivencia por la complementariedad de las estructuras de personalidad. Pero luego, con el tiempo surgirá la necesidad de separarse para evitar la psicopatología, especialmente de la mujer evitativa.

En otros casos, los dos miembros de la pareja tienen estructuras de personalidad simétricas, por ejemplo, ambos borderline o ambos obsesivos; pero en una segunda fase uno de los dos puede manifestar síntomas disociativos.

Otros ejemplos de problemas de pareja que se pueden identificar antes de la convivencia son los relacionados con el estilo de apego. Un compañero con un estilo de apego ansioso (estilo A o C) y el otro con un estilo de apego caótico o desorganizado (estilo D) no podrán resistir por mucho tiempo, especialmente en la vecindad de eventos críticos.

Estas y otras variables, como las relativas a la familiaridad de origen, pueden identificarse previamente con un adecuado asesoramiento en la fase prematrimonial antes de establecer la fecha de convivencia.

– ¿Existe el riesgo de excederse en sentido contrario, tanto como pseudovíctimas como personas cercanas, llegando a acusar injustamente a una pareja de la que se quiere alejar, quizás por venganza?

Denuncias falsas

Sí, persiste el riesgo de falsas denuncias de abuso e incluso en estos casos es necesario recurrir a profesionales experimentados que sepan aplicar criterios, herramientas y metodología adecuados.

Algunos, por venganza, utilizan las imágenes, fotos y videos de «venganza porno» tomados durante la fase de bienestar (al menos aparente) de la pareja, para luego viralizar este material en la red. No siempre es fácil distinguir una acusación fiable de una acusación falsa.

A menudo, el victimismo bien simulado puede dar lugar a acusaciones falsas contra los verdugos que, en realidad, son solo víctimas de personalidades caracterizadas por la victimización. La victimización también puede ser una actitud aprendida de un padre del mismo sexo con la misma tendencia.

También hay casos en los que el victimismo está aparentemente justificado. Por ejemplo, una persona que ha sufrido un abuso real pero que, al no encontrar la atención adecuada o la compensación adecuada, puede verse inducida a amplificar los síntomas de otros abusos, reales o sospechados. Estas amplificaciones, que en ocasiones también pueden dar lugar a verdaderas acusaciones falsas.

Responsabilidad de los investigadores

Aquí el trabajo de los psicólogos y del poder judicial (investigar y juzgar) se vuelve muy delicado, porque tenemos la posibilidad de falsas imputaciones culpables, pero también de falsas imputaciones no culpables.

Las primeras se caracterizan por un diseño consciente. Las acusaciones falsas no culpables, en cambio, son las de niños muy pequeños (generalmente menores de cuatro años) que cuentan hechos o detalles como si los hubieran vivido; y en cambio son fantasías o mecanismos de defensa fruto de condicionamientos recibidos de adultos significativos: uno de los dos padres y/o familiares.

Entre los responsables de las denuncias falsas sin culpa, también puede haber psicólogos o educadores que hayan inducido – a sabiendas o no – a los menores a denunciar una falsedad. Evidentemente, en estos casos estos profesionales tendrán que responder en materia civil y penal.

Los menores que han sido objeto de estas manipulaciones, a pesar de ser víctimas inocentes, sin embargo – una vez que se dan cuenta de lo que se ha hecho – pueden tener problemas aun sabiendo que no lo sabían. Al igual que aquellas víctimas de abuso sexual con trasfondo lúdico, sufrirán el trauma del abuso sólo cuando se den cuenta de que han consentido (y además han guardado un secreto dañino) a lo que se les proponía como un simple juego.

Rasgos del agresor y de la víctima

Actualmente, en psicología jurídica disponemos de criterios, métodos y herramientas más adecuados para identificar el nivel de fiabilidad y credibilidad tanto de menores como de adultos, tanto de víctimas como de victimarios. Uno de ellos es el CBCA (Análisis de contenido basado en criterios de 19 criterios) y el otro es el VC (Lista de verificación de validez de 11 criterios). No se trata de pruebas de personalidad sino de criterios a aplicar en la escucha protegida, especialmente en los incidentes probatorios y en los peritajes.

– ¿Hay personalidades manipuladoras que lo convierten en un instrumento de chantaje?

Sí, algunas estructuras de personalidad – como, por ejemplo, las antisociales y narcisistas – tienen predisposiciones a la astucia para doblegar el pensamiento, la motivación y las elecciones del otro. El manipulador genuino no hace ningún esfuerzo particular por parecer honesto y desinteresado, ni tampoco por elegir a sus víctimas, generalmente inseguras y desorientadas (vulnerables), para prepararlas para la captación y para satisfacer sus necesidades criminales.

– ¿Hay rasgos comunes a las víctimas de violencia doméstica repetida?

Sí, uno de los rasgos más frecuentes en las víctimas de violencia reiterada es el aislamiento relacional y comunicativo. Se impide a la víctima comunicarse con personas de confianza, incluidos psicólogos, confesores y formadores. La persona que tiende a estar más predispuesta es la que se caracteriza por la introversión.

Romper el silencio

Otra característica es la tendencia a creer que el agresor seguramente cumplirá todas sus amenazas. De hecho, casi siempre, el agresor, para hacerse temer y mantener a su víctima sujeta a sí mismo pone en práctica sus amenazas; pero él mismo sabe que no puede continuar indefinidamente con sus abusos.

El acto agresivo sirve y refuerza la impotencia de su víctima, y las pequeñas concesiones de tregua sirven para darle a la víctima una débil esperanza de que todo puede cambiar. Es un juego de poder-sumisión que podría durar mucho tiempo o conducir a tragedias fatales. En estos casos, el primer consejo y ayuda que se les da a las víctimas es romper el silencio; esto es lo que más temen los agresores.

– ¿Existe un identikit del abusador típico?

Durante décadas he buscado un perfil de personalidad del agresor sexual pero no lo he encontrado; ni siquiera en mis búsquedas entre los presos. Los agresores sexuales, al igual que las personas con trastornos de pedofilia, pueden pertenecer a todos los trastornos o estilos de personalidad.

En mi experiencia, las diferencias entre los abusadores límite o narcisistas y los abusadores dependientes o histriónicos no son estadísticamente significativas. En cambio, el estilo de apego más predecible en los agresores sexuales es el de tipo ansioso o impredecible, especialmente si además tienen más episodios de abuso en su historial médico.

Migajas de cariño

Uno de los temas a considerar es la relación que se consolida (con una trágica «compatibilidad») entre víctima y maltratador; y no la yuxtaposición de dos sujetos, uno violento en sentido absoluto y otro víctima en sentido absoluto. ¿Qué sucede, con mayor frecuencia, para desencadenar una dinámica de violencia?

Lo que con mayor frecuencia se encuentra en los casos de abuso (no sólo sexual) y de manera persistente es originalmente una dependencia emocional. Los sujetos con esta característica no son emocionalmente autónomos; y es como si pretendieran recibir de una sola persona un afecto adecuado a sus necesidades.

Muchas veces la persona con una adicción emocional no tiene una sexualidad satisfactoria con su agresor; su relación se caracteriza por frecuentes conflictos, por la excesiva tolerancia a las humillaciones y el parasitismo por parte del agresor. La adicción afectiva es muy similar a la adicción química y otras adicciones (juegos de azar, Internet, pornografía, compras).

Muchos machos con un estilo de motivación de tipo depredador buscan y olfatean desde lejos a sus víctimas que toleran cualquier cosa con tal de recibir unas migajas de cariño. Aquellos que necesitan protección tarde o temprano encontrarán un protector que pronto se convertirá en un explotador. En estos casos, el mejor remedio es el entrenamiento en la autonomía emocional y funcional.

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