Las personas que reciben ese pequeño don, no se pueden separar de él y si uno lo pierde, será para un bien mayor. Los miembros del movimiento de Cursillos de Cristiandad, al cual pertenece el crucifijo, lo llevan siempre con fe y devoción, pues les ayuda a dirigir sus obras y pensamientos al Señor.
En un descampado de Alcalá de Henares, en el año 2009, iban a empezar las obras de un colegio concertado de inspiración católica (colegio Alborada). A pesar de las situaciones difíciles que se fue encontrando el personal contratado por el colegio hasta ese momento, todos vivían cada una de las circunstancias unidos entre sí y llenos de espíritu apostólico.
Faltaban cuatro meses para el inicio de curso y sólo había una caseta de obra para que los nuevos alumnos se pudieran matricular.
La caseta de obra para las inscripciones había recibido pedradas en las ventanas, huevos y manifestaciones. Ante tanta presión social, había pocos alumnos matriculados.
El 22 de abril de 2009, un obrero llamó la atención de quienes estaban comentando la posibilidad de desistir con la construcción del colegio. De hecho, sin la aprobación popular y sin edificio escolar, ¿que había que hacer?
La respuesta
La respuesta estaba “en las manos” del obrero. Mejor dicho: en sus manos estaba un pequeño crucifijo metálico lleno de barro con una frase grabada detrás: “Cuento contigo”.
El obrero no tenía claro por qué había recogido el crucifijo y lo había llevado a la caseta de obra para entregárselo al director del colegio en vez de ignorarlo y seguir trabajando. Pero quien estaba en la caseta se dio cuenta enseguida de que ese acontecimiento no podía ser casual. Era claramente un signo de que la obra tenía que seguir adelante porque no era el fruto de algo exclusivamente humano.
«Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?»
(Rm 8,31).
Un rumbo distinto
A partir de ese día, la historia del colegio tomó un rumbo distinto al cual razonadamente parecía destinado. Los niños empezaron a apuntarse en gran número, desaparecieron las dificultades iniciales y en septiembre, la obra estaba terminada.
Pero el “bien mayor” que iba a traer ese pequeño crucifijo no había terminado de desarrollarse todavía. El crucifijo encontrado aquel 22 de abril de 2009 fue el signo evidente de una Iglesia viva.
“Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto, y ese fruto permanezca.”
Verdaderamente el Señor estaba esperando a cada uno de los que forman “la familia” Colegio Alborada. Personas de diferentes realidades y carismas de la Iglesia y personas a las que Dios quiere decirles “Ámense los unos a los otros como yo los amé” (Jn 13,34). Por más que nos empeñemos, siempre los sueños del Señor superan con creces nuestros grandes sueños.
La historia del crucifijo nos recuerda que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios y nos ayuda a vivir en la verdad. Es una historia real y providencial, que ocurrió en el colegio Alborada de Alcalá de Henares. Pero también es un relato que interpela a cada uno de nosotros: para el hombre el sentido de la historia de la vida es Cristo, vivir para la gloria de Cristo.
El auténtico sentido de la educación católica
El crucifijo encontrado en el colegio Alborada nos renueva la visión de la educación católica: afirmar que debemos aspirar a dar una formación que llene la vida de los alumnos del espíritu de Cristo. Volver a la memoria de Cristo cada día:
“En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la confianza que hemos tenido desde el principio”
Cualquier relación a través de la educación, si se hace con amor y reconociendo el valor de la persona que se tiene delante, genera algo sobrenatural y algo humano. Esta es la única manera de mostrar de qué está hecha la realidad, de educar en la verdad. La realidad está hecha de Cristo y transmitirlo es la mejor forma de enseñar realmente a vivir. “Animaos los unos a los otros, cada día, mientras dure este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca” (Hebreos 3:13).
Realmente Alborada es un colegio privilegiado porque cuenta con ese crucifijo que le acompaña siempre y le recuerda su razón de ser como colegio de inspiración católica. En el reverso del crucifijo encontrado en el descampado está escrito: “¡Cuento contigo!”. Y ante esto “la familia Alborada” sólo puede sentirse verdaderamente afortunada pues se hace patente la gratuidad con la que Dios les dice: “Yo estoy con vosotros”.