Me gustaría cambiar.Ser más niño, más libre, más inocente. Si pudiera elegir elegiría no tener nunca amargura. No guardar rencor. No desconfiar. No hacer caso de los comentarios de la gente.
Elegiría la verdad antes que la apariencia. Decir la verdad, no siempre, sólo cuando no haga daño. Ser honesto conmigo mismo.
Elijo por eso el presente, no volver nunca al pasado, ni quedarme pensando en lo que no hice, no dije, no decidí.
Elijo el futuro que Dios me regale, ni más ni menos. Opto por lo bueno, dejo a un lado la ofensa, el daño causado, la herida que sangra. Opto por la vida que me da alegrías.
Algo nuevo
Quiero volver a esa inocencia que un día perdí, cuando me hicieron daño. La inocencia de pensar que los padres son eternos, son Dios en mi alma.
La inocencia de creer que hay sueños que algún día serán verdad y muchos otros quizás no, pero me dio alegría soñarlos.
Decido vivir el ahora como mi mayor regalo. Miro con misericordia, ¿para qué sirve mirar de otra manera?
Si tuviera que resucitar a la vida elijo hacerlo con una mirada ancha, grande, buena. Elijo la sonrisa como moneda de pago.
Y no esquivar nunca el esfuerzo, las grandes cosas en la vida van precedidas de mucho trabajo, no vienen gratis, nada sucede sin entrega. Elijo el sacrificio y la renuncia cuando son un bien para mi vida, para la de otros.
No quiero que nadie me quiera a la fuerza. No pretendo caer bien a todos.
Resucito
Si resucito quiero hacerlo con un corazón libre. Sin miedo a lo que otros piensen. Sus opiniones no son tan importantes.
Quiero volver a ser puro. Que ningún pensamiento equivocado me enferme, me ate o esclavice.
Muerte a la muerte que me seca por dentro. Elijo las sonrisas que provocan arrugas. Y el llanto que lava mi rostro de sus adornos. Elijo las heridas que he sufrido porque soy lo que soy por lo que he vivido.
No me importa volver a nacer, salir del sepulcro, resucitar a la vida si es para sembrar esperanza.
Hacia la felicidad
Que nadie espere que las cosas serán como ellos las han pensado. No es ese el camino que trae la felicidad.
Ser feliz nunca es un estado, es un camino, un hacer que la vida sea más fácil para los que me rodean, más feliz.
Sonrío y eso basta para despertar la semilla que trae un árbol con sombra. Elijo el abrazo, nunca la violencia.
Elijo las manos que se rozan, no los silencios que hacen daño. Elijo la paciencia antes que las prisas y los nervios y los gritos.
Y el viento que acaricia, antes que las tempestades que destruyen. Elijo el mar con olas y el lago manso con orillas mojadas.
Elijo el fuego que calienta, no el que quema mis ansias. Elijo el primer amor que me hace creer en lo imposible. Y el amor madurado que vuelve a soñar con los cielos.
Elijo la paz de las manos que se sostienen sin hacer ruido, sin pedir nada. Elijo la vida que florece aunque no llueva, sin saber de dónde viene el agua.
Serán ríos ocultos bajo la tierra reseca. Elijo la mansedumbre aunque me cueste mantener la calma. Opto por el bien, dejo a un lado lo que duele o daña.
Entregándome
Digo que sí de nuevo a lo que Dios quiera sin temer cometer nuevos errores. Sé que la vida se sostiene en la entrega y lo que no se consume es que no merece la pena ser vivido.
Contemplo las fotos de mi pasado dando gracias por lo vivido. Y sueño por todo lo que me queda por vivir, por amar, por servir, por entregar.
No tengo miedo a decir te quiero. No temo el compromiso donde se juega la vida, donde la semilla muere.
Y sé que las palabras más importantes son las que se dicen. Y acepto que las que se callan se las lleva el olvido. Y eso duele.
No dejo de estar ahí cuando me necesitan. Cuesta la renuncia y el cielo se cubre de estrellas.
Todo lo que he entregado, todo a lo que renuncio, aquello por lo que muero, para que brote la vida.
Callar es una opción cuando no tengo palabras que merezcan la pena ser dichas. Y hablar sólo merece la pena si con ello construyo hogares y levanto puentes.
El perdón es lo primero que voy a decir cuando vuelva a la vida. Me hace tanto daño el resentimiento. El rencor acaba con mi vida.
La misericordia es el grito de Dios al caer el silencio. Y la respuesta a mi amor frágil y débil es siempre su abrazo sostenido en el tiempo.
Elijo la vida que dura siempre. Y opto por amar hasta que me duela.