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El eurasianismo o la “Cuarta Teoría Política”… ¿el sustento ideológico de la Guerra de Ucrania?

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ALEKSANDR DUGIN

Shutterstock | LCV

Luis Santamaría - publicado el 09/04/22

Los seguidores de Alexander Dugin dicen que su Cuarta Teoría Política es “una idea que bien puede modelar el rumbo del futuro político del mundo”. ¿De qué se trata?

En 2014, cuando terminó en Ucrania la revolución del Euromaidán, alguien escribió, refiriéndose a sus protagonistas: “Deberíamos limpiar Ucrania de estos idiotas. El genocidio de estos cretinos es inevitable y obligatorio… No puedo creer que sean ucranianos. Los ucranianos son gente eslava maravillosa. Y esto es una raza de bastardos que ha salido de las alcantarillas”.

Unas palabras que han resultado ser desgraciadamente proféticas. ¿Quién las pronunció?

Alexander Dugin (Moscú, 1962), un influyente ideólogo ruso que añadió todavía más, al pedir “matar, matar y matar a los responsables de las atrocidades en Ucrania”. Cada cadáver en la guerra de 2022 resulta un funesto cumplimiento.

Como ya señalamos en el artículo anterior sobre el perfil personal e intelectual de Dugin, su teoría ha sido llamada –por él mismo– la Cuarta Teoría Política, aunque también es común que los estudiosos la denominen “eurasianismo” o “neoeurasianismo”, e incluso el propio autor se refiere a su ideología como “populismo integral”. Veamos cuál es su significado con el mayor detalle posible.

Su propuesta concreta

La “Cuarta Teoría Política” de Dugin consiste en proponer la superación de los tres grandes paradigmas ideológicos contemporáneos: el liberalismo, el comunismo y el fascismo. A primera vista, algo muy atractivo para muchas –muchísimas– personas insatisfechas con la situación geopolítica actual. Pero, en cuanto se va más allá de los titulares, queda claro que se trata de una ideología profundamente antiliberal, y que en su empeño asume algunos elementos nacionalistas, socialistas y fascistas.

Considera que todos los principios sobre los que se asienta el liberalismo son falsos, “mentiras que se basan en el racismo intelectual y cultural porque desean imponer los valores de una parte de la humanidad a toda… ¡sin preguntar!”. No sólo eso: llega a decir que, tanto para la izquierda como para la derecha, “el enemigo número uno son los capitalistas liberales”.

El populismo integral

En este contexto, Dugin también se refiere a su propuesta como un “populismo integral”. Esto decía en 2018 en una extensa entrevista con la revista Política Exterior: “el populismo debe unir la derecha de los valores con el socialismo, la justicia social y el anticapitalismo”.

Por eso no debe extrañar que se alegrara con la coalición que gobernó Italia entre 2018 y 2019, formada por la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas, representantes del populismo de derechas y de izquierdas respectivamente, y la considerara “el inicio de la gran revolución populista que iba a cambiar el mundo”.

Contra el universalismo (o lo que ahora denominan el “globalismo” del Nuevo Orden Mundial), Dugin reacciona poniendo al pueblo (narod) por encima tanto del individuo –núcleo del sistema liberal– como de la clase –núcleo de la visión comunista– y del Estado o la raza –núcleo de los fascismos–. Un pueblo representado eminentemente por los campesinos, la población “pre-moderna”.

La superación del individualismo

De ahí que, como alternativa, articule su Cuarta Teoría Política sobre el pueblo (al que considera “una entidad existencial”) entendido como realización del Dasein, un concepto del filósofo alemán Martin Heidegger que significa literalmente “ser ahí”, y que podemos comprender como existencia concreta del ser humano en un entorno de carácter más comunitario que simplemente social, con una conciencia y una voluntad colectivas.

Esto supera el concepto de individuo (aislado) propio del liberalismo moderno. Como afirma el propio Dugin en su libro El auge de la Cuarta Teoría Política, “pueblo se debe entender como Dasein, no como una colección de gente, sino lo que convierte a la gente en gente de una cultura concreta, de un pueblo concreto, de un ciclo histórico particular”. Por eso añade más adelante: “el narod es la etnia dotada de una misión”.

En la entrevista antes citada de Política Exterior, Alexander Dugin lo explicaba así: “creo que la lucha contra el liberalismo no pasa por ser de izquierdas o de derechas, sino por constituir un bloque contra-hegemónico apoyado en la noción de ser humano”. Yendo más allá, con una visión casi salvífica, sentenciaba: “es la última lucha de la humanidad orgánica, en sentido propio, contra la alienación”.

Identidad y religión

Este protagonismo de la identidad nacional, además de fijarse en la lengua y la cultura (véase aquí la importancia que le da Vladímir Putin a la población de habla rusa en su propósito expansionista) tiene también un importante componente religioso, que no es otro que el cristianismo ortodoxo, y más en concreto el que se defiende y difunde desde Moscú, considerada la “tercera Roma”.

En una entrevista concedida en 2021 al programa radiofónico español ‘La Senda de Heracles’, Dugin manifestó claramente que la superación de la modernidad y la recuperación de las raíces sagradas de la civilización significan “para nosotros, los rusos, el retorno a nuestra religión”, y no las conversiones al islam que se dieron en la segunda mitad del siglo XX como reacción ante el liberalismo. Aunque añadía: “apoyo totalmente la lucha de los musulmanes por su identidad y su dignidad”.

Y entonces aportó su crítica al cristianismo occidental y al catolicismo, que “ha perdido sus raíces sagradas”, lo que supone “una catástrofe, una desgracia”. Porque “el cristiano debe ser cristiano con la Iglesia cuando la Iglesia está en la verdad cristiana. Pero en la situación del Anticristo, todo deviene problemático”.

Para Dugin, ahora estaríamos en “la última prueba, cuando la religión está en la alienación, se pervierte, se transforma en algo distinto a la organización sagrada. Es un gran desafío para los cristianos”. Como “hay que buscar en el cristianismo sus formas más auténticas”, la solución para Europa occidental “sería la conversión a la fe ortodoxa, que es mucho más cercana a la psicología, a la cultura, a la tipología del hombre occidental, que en sus inicios era ortodoxa y católica al mismo tiempo, antes del cisma. O restaurar el catolicismo auténtico”.

¿Qué es el eurasianismo?

En el fondo de toda la propuesta de Alexander Dugin, de su Cuarta Teoría Política, está algo que no es de su invención: el eurasianismo. Una corriente de pensamiento cuyos orígenes podemos rastrear en el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En concreto, cuando el lingüista moscovita Nikolái Trubetskói (1890-1938) publicó su libro Europa y la humanidad (1920). Por eso algunos estudiosos se refieren a la ideología de Dugin como “neoeurasianismo”.

Nicolás de Pedro, en un artículo para la revista Letras Libres (2019), sintetiza muy bien en qué consiste ese eurasianismo que asume Dugin: “es una corriente intelectual y política heterogénea y difusa articulada sobre la idea de Eurasia como un tercer continente entre Europa y Asia de límites imprecisos, pero con Rusia en el centro como eje de una civilización singular, distinta de Occidente e históricamente enfrentada a ella”.

Es decir, una perspectiva imperialista de Rusia que va más allá de un nacionalismo sobredimensionado, al considerar que esta civilización –mucho más que un simple país grande– tiene una identidad peculiar –diferente de Europa–, una cultura especial y una misión superior en el mundo. Lo que, en palabas de Nicolás de Pedro, constituye “una visión mesiánica, apocalíptica e imperial de Rusia”, patria que tendría “un destino cósmico”.

Como dice Enrique J. Refoyo, uno de los divulgadores de la obra de Dugin en español, los partidarios del eurasianismo no son simples defensores de lo eslavo, sino individuos que “se miraron a sí mismos y entendieron que no eran un simple país de Europa, sino que eran un mundo aparte entre Europa y Asia, entre Occidente y Oriente”.

Ucrania en el punto de mira

Y así terminamos, volviendo al principio. Ese “espacio vital” al que aspira el expansionismo ruso –los alemanes de comienzos del siglo XX lo llamaban Lebensraum y justificó las ofensivas bélicas de Hitler para ampliar el territorio de la raza aria– incluye, de manera inevitable, a Ucrania. Porque es el territorio en el que nació la civilización rusa, por cercanía geográfica y porque supone una frontera y frente de batalla de la “política atlantista”.

La conquista de Ucrania, en la que se empeña actualmente Putin, se entiende a la perfección si se incluye en el análisis esta clave ideológica. Los movimientos geopolíticos rusos deben responder a su realidad de civilización. Porque, como hemos visto, para el eurasianismo son las civilizaciones, los pueblos, los que deben articular en el nuevo mundo que viene un “equilibrio multipolar, justificado por el respeto al núcleo étnico que latería en el fundamento de cada civilización”, en palabras del investigador José Andrés Fernández Leost (en un artículo de 2015).

Seguramente puedan ser aceptables muchas de las críticas que Alexander Dugin hace a la decadencia moral de las sociedades occidentales. Pero mucho cuidado con “comprar todo el lote”. Porque un diagnóstico más o menos acertado no tiene por qué significar que la respuesta ofrecida sea adecuada ni lícita. Sobre todo si se hace a base de imposición, violencia y muerte.

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