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“Una fuente de energía”: La oración en todo su esplendor

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Shutterstock | Nikki Zalewski

Claudia Elena Rodríguez - publicado el 08/04/22

El sacerdote jesuita José María de Heredia, resuelve en este libro una pregunta que es un quebradero de cabeza: ¿Por qué Dios no me concede lo que le pido?

Imagine el lector que puede pedir algo a Dios para su futuro; pero no el futuro próximo, sino como para cuando llegue al cielo… se puede.

Ahora imagine algo más complejo: pedir algo sobre el pasado. Sí, también es posible, porque Dios es Padre y es omnipotente.

Una de las tantas historias verídicas que contiene este libro, habla justamente sobre una petición “retroactiva”.

Contó el cardenal Hayes, que un hombre agnóstico no bautizó a una de sus hijas y sucedió que la niña murió.

Posteriormente, este padre se convirtió, pero vivía como alma en pena, suplicando a Dios por la salvación de su hijita.

¿Cómo acaba esta historia? Pues muy bien, como todo lo que ponemos en manos de Dios con verdadera confianza: la niña había sido bautizada por la piadosísima empleada del servicio, a escondidas de su padre. La partida de bautismo comprueba que la oración fue atendida.  

Esa petición fue posible porque para Dios no existe el tiempo, ni el espacio. Dios sabía lo que ese papá arrepentido iba a pedirle fervorosamente, cuando se convirtiera. Dios puede.

Testimonios de oración confiada

El tema de este pequeño tratado es la oración de petición y su clave: la confianza.

En su esfuerzo por desmenuzar un tema tan importante como la oración, el padre José María nos dejó en este libro un resumen con lo mejor de todo lo que leyó y experimentó al respecto.

Allí combina sencillas indicaciones para orar, con muchas historias motivadoras sobre personas del común y personajes bíblicos, cuyas peticiones fueron bien despachadas.

Dios quiere darnos gusto hasta en niñerías

Hay una historia muy tierna, que resume perfectamente lo que es pedir eficazmente, es decir, con confianza.

Helena era una niña muy pobre y piadosa, cuya madre no tenía para gastar en mantequilla. Un día, al rezar el Padrenuestro en su colegio, pidió en voz alta así: “el pan nuestro CON MANTEQUILLA dánoslo hoy”.

Esto generó la burla de sus compañeritas, pero resulta que días después, el lechero comenzó a dejar en la casa de Helena un paquete de mantequilla.

¿Cómo ocurrió? Gracias al “lapsus” de Helena, la mamá de una de las compañeritas burlonas también supo de lo ocurrido. Se conmovió y pagó al lechero para llevar semanalmente la mantequilla a la niña.

Esta sencilla historia contiene la clave del por qué a veces nuestras oraciones no resultan efectivas.

Creemos que oramos con confianza, pero ya veremos que  estamos muy lejos de pedir como Helena…

Cancheros en el arte de pedir

Comienza el sacerdote recordándonos nuestra naturaleza pedigüeña. Recién llegamos al mundo arrancamos a pedir a través del llanto.

Y luego, cuando comenzamos a hablar, nos vamos perfeccionando en el arte de conseguir lo que necesitamos.

En nuestras peticiones terrenales, influyen tres factores, que detalla el texto: la persona que pide, la persona a quien se le pide, y lo que se pide.

Y en las peticiones a Dios, llamadas oraciones, también cuentan los mismos factores, pero de manera diferente, como veremos a continuación.

Dios puede, Dios quiere… entonces, ¡pidamos !

En la oración, la persona a quien se pide no es simplemente el gerente de un banco, o un millonario; es al mismísimo Dios a quien solicitamos ayuda.

Por consiguiente, nuestras posibilidades se multiplican de forma exponencial, ya que “los favores que Dios nos puede dar son proporcionales a su grandeza”.

“Clama a Mí, y yo te escucharé”, “Pedid y se os dará…”, …»Todo cuanto pidiereis en oración, como tengáis fe, lo alcanzareis”, “si tuvierais fe como un grano de mostaza…” son algunos de los pasajes bíblicos donde Dios manifiesta que quiere que le pidamos.

Conclusión: Dios puede y también quiere.

Ahora, en relación con el que pide, dice el padre José María que todo el que sabe pedir humanamente, puede orar sin dificultad porque la oración no es sino una petición a Dios como Padre: “Orar es pedirle a Dios mercedes”, es decir, favores. No es más.

¿Por qué no llega mi mantequilla?

Entonces hemos llegado a la raíz del problema. Si el obstáculo no es a quién se pide, ya que Dios es un Padre generoso y todopoderoso; y tampoco es lo que pedimos, porque se sobreentiende que pedimos cosas muy buenas, entonces el cuello de botella está en el que pide y su forma de pedir: pedimos desconfiando. Es por eso que no nos llega la mantequilla.

Dice el padre José María, que entre las mil respuestas que ha escuchado a la pregunta ¿Por qué Dios no me oye?, la única y verdadera razón es esta: PORQUE ANDAMOS VACILANDO.

Respalda su afirmación con la Palabra de Dios: “Si tenéis fe y no andáis vacilando”, “quien confía en el Señor no quedará defraudado”. Y también cita el catecismo:

“Cristo nos enseñó a llamarle Padre, para que le pidamos con el afecto de hijos; para que le pidamos con enteraconfianza, para que dependamos de Él como un hijo necesitado depende de su padre”.

Entonces, si el problema es que estamos bajitos de confianza,emerge otra pregunta: ¿cómo robustecemos nuestra confianza?

Pues siguiendo los sabios consejos contenidos en este utilísimo libro. Vale la pena ojearlo, está en la web.

A mayor confianza, mayor eficacia

Retomemos la historia de Helena. Esta niña ejemplifica muy bien lo que es pedir con confianza, porque en su inocencia, pidió su mantequilla sin reparar en lo que pensarían los demás, quienes se burlaron.

Dice el sacerdote que una fe muy grande, que se materializa en una confianza igualmente grande, es una fe que no teme hacer el ridículo y entonces logra lo que pide.

Un libro muy especial

Tan singular es este libro, que el prólogo está al final. El padre José María dice que lo puso allí porque como nadie lo lee…

En estas páginas finales nos aclara que este no es un libro para expertos en oración, esos que se creen “secretarios de Dios”, sino para la gente del común que anda buscando a Dios.

Su objetivo no era hacer una gran obra literaria, sino convencer al lector de que son muy ciertas las palabras de san Agustín: “La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”.

Muy recomendables son las páginas que dedica a santa Teresita de Lisieux, como misionera de la oración.

Teresita dijo que quería pasar su cielo haciendo el bien en la tierra, y Dios le concedió su petición: a través de ella el Señor nos concede montones de favores pequeñitos, ya que Teresita -dice el sacerdote-, está dedicada en el cielo “al menudeo”.

Surgen más preguntas

El padre José María no ahorró argumentos para convencernos de que Dios es un Padre omnipotente y amoroso, atento a proveer las necesidades de todos sus hijos, así que pidamos confiadamente. Nada de andar vacilando.

Resuelta la pregunta inicial de ¿por qué Dios no me concede lo que le pido?, el lector no sólo queda cara a cara con su desconfianza al orar, sino profundamente conmovido ante dos nuevos interrogantes: ¿Si Dios es un Padre providente, por qué insisto en vivir como huérfano?, ¿será que en el fondo, no creo en Dios?

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