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Estos son los prejuicios mutuos entre católicos y pentecostales

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Miguel Pastorino - publicado el 24/01/22

Muchos pentecostales, por ejemplo, piensan que los católicos adoran a la Virgen María y a los santos, lo cual no es cierto

La falta de encuentro real entre creyentes católicos y evangélicos, especialmente con los pentecostales que son los cristianos que más crecen; más la generalización que parte de casos muy particulares o de experiencias personales negativas de un lado y otro. Todo ello ha consolidado en la literatura apologética de ambas partes caricaturas sobre el otro que están muy lejos de la realidad.

También es cierto que en diversos países latinoamericanos la experiencia es muy distinta; ya que no es lo mismo el catolicismo y el pentecostalismo en México, en Colombia, en Chile, en Argentina, Brasil o Uruguay. 

¿Qué piensan los evangélicos y pentecostales de los católicos?

En general se cree que los católicos necesitamos siempre una mediación institucional para encontrarnos con Dios, como si solo los evangélicos hicieran oración espontánea. La relación directa e íntima con Dios no es patrimonio de ninguna iglesia, es algo común a la experiencia cristiana. 

También se cree que los católicos no creen que la salvación sea gratuita y recibida mediante la fe. Lo cierto es que este aspecto es central en la fe católica: la salvación es gratuita, no se compra con méritos. Es algo esencial del cristianismo; pero la polémica por la fe y las obras con el luteranismo ha creado una caricatura irreal de los contenidos de la fe católica.

Aunque también existan algunas predicaciones demasiado centradas en los méritos, tanto Benedicto XVI como Francisco han denunciado como formas de pelagianismo en la vida eclesial. 

Muchos pentecostales piensan que los católicos adoran a la Virgen María y a los santos, lo cual tampoco es cierto. Aunque a veces uno encuentre expresiones de religiosidad que exageran en la devoción, en la doctrina católica solo se adora a Dios; y se venera a la Virgen y a los santos. Y si se los incluye en las oraciones es por la comunión de los santos, por la intercesión, no porque se les atribuya un poder salvador. 

Muchos pentecostales piensan que los católicos no leen la Biblia; que no han tenido un encuentro personal con Cristo; que no han vivido una experiencia de conversión. Si bien es cierto que muchos “católicos nominales” cumplen con estas características, no es lo propio de la fe católica; porque la lectura de la Biblia y la conversión a Jesucristo son pilares de toda fe cristiana auténtica, por ello necesariamente de la fe católica. 

Es cierto que generalmente los pentecostales son conversos, y que los católicos no necesariamente. La falta de entusiasmo misionero en los católicos es leída por los pentecostales como falta de fe y de conversión.

Es interesante que en este aspecto muchas veces tienen razón, dependiendo qué tipo de catolicismo conozcan. Pero las generalizaciones y caricaturas sobre los católicos han llevado a actitudes de desprecio que han dificultado el diálogo; especialmente cuando quienes son pentecostales, fueron católicos nominales y tuvieron una mala experiencia dentro del catolicismo. 

¿Qué piensan los católicos de los evangélicos y pentecostales?

A pesar de que los Papas desde Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han dedicado gran parte de sus pontificados al diálogo ecuménico, y hay importantes documentos oficiales sobre el tema como una exigencia de fidelidad a la doctrina católica el trabajar y rezar por la unidad de los cristianos, no es algo que haya calado profundamente en la mayoría de los católicos.

Ha sido más difícil en América Latina que en Europa, debido a los conflictos con los grupos más fundamentalistas y por el proselitismo agresivo de muchas iglesias; así como de la marginación que han sufrido los evangélicos en contextos de mayoría católica. 

En general, los católicos creen que los pentecostales tienen una fe puramente emocional, sin contenido y que es fruto de la ignorancia religiosa. Desde un elitismo intelectual que privilegia cierto racionalismo teológico, se reduce ideológicamente –y con no pocos prejuicios– a los pentecostales al estereotipo de religiosidad emocionalista y epidérmica, fanática, ignorante y fundamentalista.

Tampoco se sabe distinguir a las iglesias que viven honestamente su fe y su compromiso misionero, con los grupos sectarios que con fachada pentecostal se han vuelto nocivos para sus fieles. Esto genera injustas generalizaciones. 

A su vez, dada la complejidad y pluralidad de experiencias pentecostales, el Magisterio Latinoamericano ha llamado de diversas formas al mismo fenómeno: desde «sectas fundamentalistas» hasta «comunidades cristianas pentecostales», aunque en una evolución positiva y de reconocimiento.

Todavía hoy hay autores que siguen creyendo que todos los pentecostales surgieron en Estados Unidos; cuando en realidad hay un pentecostalismo autóctono en países latinoamericanos sin influencia extranjera y con muchos elementos tomados de la religiosidad popular católica latinoamericana. 

¿Qué pueden aprender unos de otros?

En encuentros ecuménicos entre católicos y pentecostales se ha resaltado siempre que el pentecostalismo desafía al catolicismo a recuperar aspectos de la fe descuidados y olvidados; especialmente en lo que tiene que ver con la conversión, con la experiencia vivida de la fe, con la fuerza misionera; con el amor a la Palabra de Dios y la vida transformada por una oración que no se reduce a momentos puntuales del día, sino a “vivir en la presencia del Señor” todos los aspectos de la vida.

Por otra parte, los pentecostales se han sentido desafiados por los católicos a recuperar tesoros de la tradición; a conocer los Padres de la Iglesia, a profundizar en la fe con una reflexión teológica más solida y rica. 

El verdadero diálogo ecuménico no es renunciar a la propia identidad, sino a valorarla y ofrecer sus tesoros en el encuentro con los otros; poniendo énfasis en que es más lo que nos une que lo que nos separa.

El verdadero diálogo no es proselitismo ni ignorar las diferencias; sino centrarse en el amor a los hermanos, que, en las diferencias, pueden ayudarnos a vivir mejor nuestra fe. El amor a los hermanos no debe renunciar a la verdad, pero el amor a la verdad no puede hacernos faltar a la caridad. 

El conocimiento cercano y profundo de unos y otros, no solo nos enriquecerá como cristianos en la revalorización de muchos aspectos que son tesoros olvidados o aspectos descuidados de la misma fe cristiana. Sino que también nos dará luz sobre la conversión pastoral que necesitan nuestras estructuras pastorales; y especialmente cada uno de nosotros. Para evangelizar con la frescura del testimonio, con la fuerza del Espíritu, sin miedo de tomarnos demasiado en serio el Evangelio.

Más allá de las críticas objetivas que puedan hacerse de un lado y de otro, se puede cambiar la mirada y descubrir la oportunidad que representa el encuentro con los otros. 

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