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¿Por qué a veces vale la pena dar un paso atrás?

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pixpoetry/Unsplash | CC0

Dawid Feliszek - publicado el 29/02/20

No siempre y no en todos los casos hay que agarrarse a la propia opinión, porque la relación con los demás es más importante que muchos intereses particulares, incluso los que son buenos y justos

“Mamá, ¿me das 50 zlotys para salir con amigos?” preguntó Jasiu [Juanito]. “Pero ¿para qué necesitas 50 zlotys? Es mucho dinero. No puedo darte tanto”, respondió la madre sorprendida. “Entonces dame al menos 20 zlotys”, (el hijo) repitió la solicitud. “Bueno, 20 zlotys te los puedo dar, tómalos”, dijo la madre, entregándole el dinero a Juanito.

Esta situación es un típico ejemplo de libro del principio psicológico de denegación-retirada, cuya aplicación adecuada permite alcanzar una meta que podría ser más difícil de lograr de una manera directa. Juanito esperaba 20 zlotys desde el principio. Si los hubiera pedido al principio, podría no obtenerlos. Sin embargo, pidiendo una suma mayor y desistiendo de ella, le mostró a su madre que había hecho una concesión, lo que también en ella creó la necesidad de ceder y cumplir el deseo de su hijo. Se puede fruncir el ceño ante este comportamiento como una pequeña manipulación. Sin embargo, nos podemos preguntar si no lo usamos demasiado poco en nuestra vida …

A veces vale la pena dejarlo ir

Todos lidiamos con alguna forma de disputa y negociación. Ya sean conversaciones de negocios o asuntos familiares ordinarios, siempre existe la necesidad de encontrar una solución común. A veces (generalmente) esto lleva al abandono de las expectativas originales y obliga a la renuncia a fin de que el acuerdo alcanzado sea satisfactorio para ambas partes. Sin embargo, las personas tienen una tendencia natural a querer inclinar la balanza a su favor y a no soltar nada, incluso en los asuntos más insignificantes.

Esto es particularmente evidente en el contexto de las relaciones verticales, cuando una persona tiene la capacidad de influir en otra persona. Por lo tanto, las personas al mando, las que ejercen cualquier autoridad (incluida la responsabilidad parental) o simplemente tienen un carácter fuerte deben recordar esto especialmente. Es muy fácil sentirse tentado a tomar todas las decisiones de forma independiente y a influir en los demás. Esto, sin embargo, puede llevar a fatales consecuencias.

No todos los valores requieren una defensa absoluta, no todas las soluciones requieren una lucha contra todo pronóstico,no vale la pena sacrificar cada idea por las relaciones con otras personas, incluso si parece buena y perfecta. En este caso, como en cualquier otra faceta de la vida humana, es necesario recordar las propias imperfecciones y la posibilidad, e incluso el derecho a cometer errores.

Un paso atrás

¿Cómo se puede corregir esto cuando una persona se cierra a lo que pasa a su alrededor y alcanza la meta casi “pisando a los demás” para lograr (leer: forzar) la solución? Además, a veces esta resistencia a apegarse a su propia opinión alcanza un tamaño tan grande que incluso la misma persona puede ver un error en su enfoque, pero no se dará por vencida, no inclinará la cabeza y no admitirá la derrota. Se debe recordar la vieja verdad de que, si bien las personas pueden ver fácilmente sus errores, es extremadamente difícil admitirlos.

¿La capacidad de dar un paso atrás resolvería muchos problemas en nuestras vidas?

Esto se aplica no solo a las personas, sino también a diversos grupos y comunidades. Puede observar constantemente cómo personas específicas se reúnen en torno a ciertas ideas y echan raíces, solo para quedarse de por vida con sus propias ideas. No se ven afectados por argumentos provenientes del exterior. E incluso si a través de su terquedad no lograrán nada.

El principio psicológico de la denegación-retirada enseña que ciertos beneficios solo pueden obtenerse si uno retrocede un paso. Se necesita dejar espacio para el otro. Uno de los fundamentos de la acción humana es la reciprocidad. Vale la pena usarla sabiamente.

Sin embargo, esto no significa que la renuncia completa de los valores propios o razones. Sin embargo, no todos los asuntos vale la pena defenderlos a capa y espada. Por supuesto, hay valores por los que se debe luchar independientemente del enfoque de los demás. Pero también hay intereses que, incluso si estuvieran justificados desde un punto de vista moral, en muchos casos, tendrían menos valor que la comunidad y el acuerdo. Y no vale la pena sacrificarse por ellos. No es sorprendente que en general pensamos de manera similar en asuntos fundamentales. Es en los menos claros e importantes en los que no llegamos a un acuerdo. Y, aún más sorprendente, es en ellos que estamos menos dispuestos a dar un paso atrás. Tal vez valga la pena cambiarlo en vuestra vida, familia y, finalmente, en toda la sociedad.

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