Así describe su historia matrimonial una mujer que acudió al consultorio familiar de Aleteia
Acudí a la cita del juez para seguir con el proceso de divorcio que habíamos iniciado de mutuo acuerdo. Faltaba por definir el convenio regulador* porque que mi aun esposo y yo no habíamos sido capaces de ponernos de acuerdo en todo lo relativo a la manutención de los niños, los bienes y un escabroso etcétera.
Por si las dudas, llegamos cada uno con un abogado muy dispuesto a ganar, fabricando un perdedor para justificar sus honorarios y aumentar su “prestigio” a través de una solución legal.
Habíamos hecho el propósito de hacer frente al este proceso de forma constructiva para así no incrementar los conflictos interpersonales. Optamos por conservar una relativa comunicación pues deseábamos que la familia no se disolviera del todo, que de algún modo permaneciera.
Mas lo que realmente estaba sucediendo es que cada vez nos hacíamos más grandes las heridas.
En eso nos ayudaron nuestros abogados acostumbrados a litigios costosos en todos los sentidos: económicos, de tiempo, anímicos, etc., asumiendo ellos el principal papel protagónico y no nosotros, lo que puso en evidencia que, por encima del conflicto, pesaba más la respuesta quea través de ellos estábamos dando.
Una tarde al salir de una agotadora negociación mi esposo me invito a tomar un café. Era un día lluvioso y triste. Nada que ver con el sol y las promesas del día en el que nos casamos. En ese café tomamos una decisión: Dejar a los abogados y buscar la ayuda de un profesional que mediara entre nosotros.
Nos citamos con un mediador especialistaen matrimonio y familia. En nuestro primer encuentro nos puso como condición que, si íbamos a seguir adelante con nuestro propósito, más que el buscar quedar en un mero compromiso legal que fuera justo, debíamos actuar conciliando intereses con espíritu de caridad y de sincero perdón, ante lo que consideráramos un final irremediable.
Fue enfático en afirmar, que de la discusión no puede salir la luz, pues la apaga el apasionamiento, por lo que el pacificarnos haría posible encontrar soluciones de mutuo acuerdo y hacer el convenio. Suena bien, pensamos. Al fin y al cabo “conciliación de intereses” no es “reconciliación entre esposos”. Así que consentimos en intentar emprender un camino de caridad y perdón en esos momentos no eran precisamente nuestro fuerte. Depusimos las armas y nos dispusimos al diálogo.
Respetando nuestra autonomía para tomar decisiones, el mediador tomaba una parte activa moderando en las discusiones, haciendo sugerencias y propuestas e, incluso recomendaciones con vistas a lograr un acuerdo en tal o cual cosa. Además nos ayudaba a mejorar nuestra comunicación. Nos hizo comprender que el amor aún no había muerto en nuestras manos.
Entonces el espíritu de caridad y la intención de perdonar lograron que poco a poco rectificáramos nuestras intenciones, dando espacio para expresar lo que verdaderamente sentíamos, pensábamos y lo que nos afectaba la situación que estábamos viviendo. Nos escuchamos realmente dejando de ver el vaso medio vacío, para reconocer que ha pesar de todo habíamos sido un bien el uno para el otro.
Y de pronto, nos encontramos soplando suavemente sobre los rescoldos de nuestro amor. Nuestros hijos aparecieron en escena como los más olvidados y deudores de un amor que en justicia les corresponde, ese que brota del amor que fluye entre sus padres y al que deben su vida. Ante mis lágrimas mi esposo tomó mis manos.
Nos dimos cuenta, de que enfrentados, nos habíamos encontrado influidos por terceros (juez y abogados) que no trabajaban por nuestra reconciliación y entendimiento sino por acatar las leyes y reglamentos. Sin embargo, al contar después con la ayuda del mediador, nos enfrentábamos a nuestras consciencias y nos descubrimos libres de amar, de abrir nuestra intimidad y conocernos mejor.
Entonces, de la sola intención de conciliar pasamos a la reconciliación, y volvimos a recomenzar la historia de nuestro matrimonio .
Ciertamente sabemos que nuestros problemas no se superarán de la noche a la mañana; pero ya sabemos cual es el camino para afrontarlos. Queremos seguir queriéndonos y dejaremos de nuevo ayudar cuando detectemos un problema que nos afecta como pareja y familia. Así lograremos convivir, comprender y perdonar, y, por lo tanto, sanaremos nuestra relación.
La mediación familiar no busca simplemente un vencedor, no pretender dar la razón a uno frente al otro, sino todo lo contrario. Pretende lograr una colaboración eficaz entre las partes confrontadas y de ser posible,devolver la salud al matrimonio ayudándole a restaurar heridas. Se puede acudir a mediación familiar antes y durante el proceso legal de divorcio.
*En algunos países, por divorcio incausado o por divorcio de común acuerdo, primero se da la sentencia de divorcio y después los convenios por alimentos, o convenios reguladores.
Por Orfa Astorga de Lira.
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