En Roma se encuentra uno de los puentes más bellos del mundo, el puente Elio, al que todo el mundo llama Sant’Angelo, o el puente de los ángeles.
Este puente fue construido por el emperador Adriano en el año 133 para conectar la parte izquierda del río Tíber con lo que sería su mausoleo, un puente para su futuro “funeral imperial”.
Con el tiempo el mausoleo se convirtió en un castillo que en diferentes épocas de la historia fue refugio o prisión para algunos papas, y famoso por el “Passeto del Borgo”, un camino “secreto” que conecta directamente al Vaticano y que fue muchas veces vía de escape para los papas cuando estaban en peligro.
Durante mucho tiempo el puente fue utilizado por los peregrinos para comunicarse con la Basílica de San Pedro por lo que el puente pasó a conocerse como puente de San Pedro. Años después sería el papa Gregorio Magno quien le adjudicó su actual sobrenombre: Sant’Angelo.
En el año 590 dC Roma fue devastada por la peste y el papa llamó a todo el pueblo en procesión para rezar por el fin de la terrible plaga. En ese momento el arcángel Miguel se apareció en la parte más alta del castillo con todo su esplendor. A la vista de todos el arcángel desenfundó su espada y este gesto fue interpretado por el papa como el anuncio del fin de la peste.
Inmediatamente después de la aparición la peste dejó de asolar Roma y el Papa para conmemorar este hecho hizo poner en lo alto del castillo la estatua del ángel en madera, sustituida a lo largo de los años hasta el actual hecho de bronce por Peter Anton von Verschaffelt.
La leyenda cuenta que el ángel dejó marcado (donde “aterrizó”) sus huellas en el mármol del castillo. Este trozo de piedra aún existe y puede verse en los Museos Capitolinos.