El horario de la misa natalicia coincide o casi, minuto más minuto menos; la Misa del Gallo”, como se conoce popularmente, Bergoglio solía celebrar a las 21 horas en la catedral de Buenos Aires, como lo hizo en la noche de Navidad en la Basílica de San Pedro. Salvo por el horario, el resto ha sido todo distinto, como destaca la periodista Silvina Premat en el periódico argentino La Nación recordando las últimas Navidades de Bergoglio como cardenal. Empezando por los invitados. “En los últimos años Bergoglio ha compartido la Nochebuena con Claudio Epelman, director del Congreso hebreo latinoamericano y Alberto Zimerman, protesorero de la Delegación de las asociaciones israelitas argentinas (DAIA)”.
Terminada la Misa los invitados y sus consortes acudían desde la primera fila a la sacristía, invitados por el cardenal Bergoglio a tomar “una modesta cena: bebidas y sándwiches de queso sin jamón para respetar las costumbres judías”. Allí tenía lugar el brindis navideño. “Era todo muy sencillo”, recordó Epelman, cuya relación con Bergoglio se remonta a la Conferencia de Aparecida, en 2007, cuando en la ciudad brasileña se reunieron los obispos de América Latina para la V Asamblea general. Destacar que el director de del Congreso judío era el único observador judío invitado a las ponencias, que el porpio Bergoglio presidió en la fase conclusiva, la de la redacción del documento final. Epelman contó a la periodista argentina que fue después a la catedral a saludarlo en Navidad del 2007. “El año siguiente, recordó, pocos días antes de Navidad, hablamos por teléfono y él me dijo: “Imagino que vendrás este año, ¿no?”. Y fue. Y a él se unió también Zimerman, de la DAIA.
Sobre la última Navidad de Bergoglio en Buenos Aires, en 2012, está la homilía que en estos días circula por los medios de comunicación argentino y también el testimonio del rector de la catedral.
De la primera se puede destacar la brevedad: 51 líneas, poco más de 600 palabras dedicadas sobre todo a comentar la cita evangélica del “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. “Un mensaje, añadió Bergoglio, que después de veinte siglos continua teniendo validez ante la petulancia, la prepotencia, la suficiencia, la agresión, el insulto, la guerra, la desinformación que desorienta, la difamación y la calumnia”. El sacerdote Alejandro Russo, que tiene a su cargo la catedral metropolitana, recuerda que el arzobispo invitó también a cuatro señoras que colaboraban habitualmente con los sacerdotes del templo. “Prepararon arroz con gambas, matambre de pollo, huevos rellenos y ensalada. Comieron helado de postre y brindaron con champagne”.
Sobre como pasó el día de Navidad las versiones se dividen y el misterio es más denso. Su rostro y su voz se podían ver y escuchar en la radio y la televisión del arzobispado, Canal 21, pero sobre donde estaba el Bergoglio de carne y hueso, la periodista de La Nación ofrece el testimonio de una persona cercana al arzobispo que no quiere ser identificada. “Sabemos adonde fue para el lavatorio de pies el Jueves Santo pero no sabemos donde fue el 25. Contó que no estuvo en casa y que pidió que la Misa del día de Navidad la celebrase el vicario general. “Después supimos que fue a una cárcel a visitar a los presos, a un hospital a visitar enfermos o a cualquier barrio pobre”.
“Pocos sabían” revela Silvina Premat, que Bergoglio cada 25 de diciembre visitaba, como todos los domingos de Pascua, a los sacerdotes ancianos o enfermos que viven en la casa sacerdotal en el barrio Flores, donde él mismo se había reservado una habitación para cuando se jubilase como arzobispo”. A algunos les llevaba imágenes con una frase, a otros les entregaba una carta personal, a otros botellas de vino o un cerdo o cualquier plato de carne que el cocinero preparaba para ese día”.
La reserva de una habitación para sí mismo, por lo que sabemos, Bergoglio no la ha cancelado.
Artículo publicado originalmente en italiano en el blog Terre D'America